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El desierto, sus sombras y sus grietas
se intuyen en un rostro adolescente
traduciendo en la piel, el pestilente
marchamo de miserias que, repletas
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de muerte y destrucción llevan sujetas
la desidia de todos, complacientes
con la angustia de un pueblo: fiel simiente
de horror para matar por sus profetas…
La niña saharaui se ha dormido.
Primer día en España; ha sucumbido
al cansancio, al camino y la llegada.
Me renace otro día; soy feliz.
Redescubro la vida en su raíz
y al sentirla dormir, me siento nada…
A todos aquellos que reflejan su perplejidad
en estos pequeños ojos del tercer mundo.
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