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No estaba muerto, estaban de parranda

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"No sabía que yo fuera socialdemócrata y que lo fuera tanto". Con estas palabras cierra un artículo del suplemento Negocios del diario El país (30/11/08). Quien las pronuncia lo hace en un restaurante de lujo en Madrid y es una persona que acumula bienes por valor superior a 600.000 euros, es decir, más de 100 millones de pesetas. Es una persona a la que ZP le ha quitado el Impuesto sobre el Patrimonio.

La frase tiene sorna, obviamente, porque poco socialdemócrata debe ser un gobierno que quiere dejar de recaudar 1.800 millones de euros en impuestos a los más ricos. También tiene delito lo que dijo Rajoy el 3 de diciembre ante los micrófonos de Radio Nacional: que hay que bajar los impuestos a las pequeñas y medianas empresas y, acto seguido, decir que esa medida la aplicaría el PP reduciendo el Impuesto sobre Sociedades. Tóquese las narices, señor Rajoy, ahora me entero de que los Carrefour son pymes…

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La cosa esta de la crisis está poniendo sobre la parrilla la cara más dura de los políticos. Ahora resulta que, para unos, la culpa es del gobierno (como si ellos no hubieran gobernado hace cuatro telediarios); y para otros, la culpa es de la globalización y de Bush (como si ellos fuesen antisistema). El monstruo tiene progenitores, y está claro que ninguno de los dos son ni siquiera socialdemócratas.

Suecia, donde los restos de la socialdemocracia aún colean, también ha entrado en recesión. Allí los sueldos de los trabajadores y trabajadoras son mucho más altos que aquí, al igual que los impuestos y los beneficios sociales. La gente no tiene problemas (o no tantos) como aquí para conseguir una vivienda municipal, hay alquileres baratos, escuelas infantiles y asistencia social que aquí ni soñamos. Y también sufren deslocalización de empresas, despidos masivos, bancos con problemas… pero, pese a todo, pese incluso a la recesión, el paro sigue bajando o, lo que es lo mismo, se sigue creando empleo neto.

O sea, que en España nadie se vaya de rositas (ni de risitas, ZP) con las excusas. Es cierto que el huracán está en todas partes, pero el ladrillismo es made in Spain, y la falta de crédito para seguir construyendo es la culpable de que el desempleo patrio sea el mayor de la UE. Se nos atragantaron el pan y las tortas, y no vale presumir mañana de ser el que más creces por tu cara bonita y pasado mañana, cuando se te caen los palos del sombrajo, pedir una economía de mercado no egoísta (conceptos antagónicos donde los haya). No se puede desempolvar a Keynes hoy, después de varios lustros desmantelando el carácter tutelador y social del Estado, algo que ya inició Felipe González, continuó con Aznar y ahora, con el binomio ZP-Botín, apenas ha cambiado en cuatro brochazos.

Durante años, los diputados y diputadas de los dos grandes partidos se han reído de Izquierda Unida cada vez que anunciábamos lo que hoy está ocurriendo. Tal vez por eso Julio Anguita dijo hace poco que le encantaría volver al parlamento por un día para subir al estrado del congreso y gritar: ¿Y ahora qué, hijos de puta? No soy tan vehemente para pronunciar la última parte de la frase, pero sí la primera. Tal vez el PP sea el lobo feroz, pero los que están gobernando ahora no son precisamente Caperucita Roja. Casualmente, las mani-camisetas de los trabajadores de Cerámicas Bellavista también llevan escrito ese "¿Y ahora qué?" Espero que ellos tampoco lo olviden: el problema no es la crisis, ni que se lleven la producción a Portugal; el problema se llama sistema neoliberal y libre mercado, algo que han practicado los unos y también los otros.

Y sí, hay respuestas de izquierdas para ese ¿y ahora qué? Las hay a todos los niveles, desde el estatal hasta el local. Se trata de poner en marcha recetas que funcionaron en otros tiempos y que siguen funcionando, pese a la recesión, en algunos países como la propia Suecia: resolver la recesión en términos favorables a la clase trabajadora. Eso significa aumentar el gasto público y hacerlo en medidas de gasto social, no quitando impuestos a los ricos y seguir invirtiendo en ladrillo. Como dice el profesor Vicenç Navarro, vivimos en un país donde el gasto social en servicios públicos como la sanidad, la educación, los servicios sociales y de dependencia o las escuelas infantiles está a años luz de la media europea (9 % aquí, 15 % en la UE-15) y mucho más lejos del 25 % que hay en el norte europeo. Allí donde el gasto social es mayor, la crisis es menor y el desempleo está cubierto por el Estado.

Dicen que ahora se está volviendo a acudir a Marx, incluso en quienes se avergonzaron durante decenios de él, y hasta el diario The Economist lo incluye entre los 10 grandes ganadores de la crisis. Mira por dónde, ahora resulta que no estaba muerto, sino que algunos se fueron de parranda ideológica. Es lo que tiene acompañar un sábado a los manifestantes de Cerámicas Bellavista, y al día siguiente ocupar un sitio vip en el hipódromo. Con las gradas vacías, por cierto.

 

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