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Un canto en verso a la Virgen de Valme por Antonio Miguel Bascón

El pregonero de Valme 2022 abrió su corazón para hablar de María y de su centenaria romería.

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canto en verso
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Tras una intensa mañana de apertura al Año Jubilar de Valme y celebración de la Función Principal, Antonio Miguel Bascón Román ha pronunciado en la Parroquia de Santa María de Valme el Pregón de la Romería de Valme 2022. Casi una hora de canto en verso a la Virgen, hilado a través de la gente de Valme y de su flor de papel, en el año de su centenario.

Con 45 minutos de retraso sobre el horario fijado, los sones del Coro de Valme han iniciado un pregón, en el que la música ha estado muy presente en varios momentos de su disertación. Emilio Guerrero Sánchez, al piano, Rosana Martínez Arana, a la flauta travesera, y la guitarra de Raúl García Carrasco han puesto melodía a los sentimientos valmistas del pregonero.

Una presentación con corazón

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Con este poema de Rodríguez Buzón, «Para que me valgas, reina, con tu ayuda soberana, romero mi corazón viene a postrarse a tus plantas», inició el sacerdote Antonio Vergara González la presentación del pregonero de Valme 2022. Ese corazón romero, explicó, «es del cada uno de nosotros y ¿están preparados los corazones romeros para postrarnos a las plantas de la Virgen de Valme». Sobre todo, después de dos años de «espera sostenida, en la que, sin romería, era Ella la que peregrinaba a cada alma sin protección».

Entre todos esos corazones, añadió, «hay uno que viene a tomar la voz, a hacerse adalid del sentir de este pueblo, para ayudarnos a que sea uno el latid acompasado de todos los corazones nazarenos y es el del pregonero«. Un «hombre de bien», padre y esposo, y hermano mayor de la Hermandad de la Amargura, que «quiso regalarme este momento, este privilegio, de ponerme junto a él y presentarlo». El presentador conoció al pregonero por «temas jurídicos de la hermandad» y los comienzos no fueron buenos, ya que le dijo a su mujer «¡qué cura más ‘saborio’, ya no lo llamo mas!», tras una accidentada y jurídica conversación. Pero, siete años después, se ha forjado «una amistad que traspasa los años y la sangre», y hasta sus hijos me dicen «tito cura».

En este tiempo, «he podido conocer el alma y el corazón del pregonero» y esa realidad «es la verdaderamente importante para pronunciar un pregón, que no es más que corazón abierto de un alma que se derrama, un alma que pierde la intimidad de sus sentimientos en aras del amor que siente por aquello que pregona». Y Miguel Bascón, añadió, «viene hoy a rasgar su corazón para mostrarlo delante de su pueblo, para contaros con sus palabras lo que él siente por su Virgen de Valme«. Viene «a preparar nuestros corazones ante un nuevo Valme», ya que «Miguel habla de la Virgen con pasión, con cariño y con fervor, habla y convence, ya que la boca habla de lo que está lleno el corazón«. Y el del pregonero, afirmó, «es una jamuga humilde y buena del Cerro, donde vive entronizada la Virgen de Valme».

Un juglar que abrió su corazón

«Vengo como un juglar a cantar las maravillas en este Año Jubilar. No tengo la maestría de Gonzalo de Berceo, pero es mi amor tan sincero que, aunque no sea capaz, quiero abriros el alma mía. Así, pues, nazareno, dale la venia a mi voz, que voy a hablar de María y traigo mi devoción, cuales velas de un farol alumbrando la cruz de guía, con la que que empiezo el pregón». Así empezaba su pregón Antonio Miguel Bascón, cual juglar y en verso, confesando, como ya había previsto el presentador, que venía a abrir su corazón por la Reina de los Cielos, la madre de Dios y del mundo entero.

Y durante ocho minutos sin parar comenzó su pregón con una hermosa coplilla en verso dedicada a la Virgen, concatenando numerosas devociones marianas, como la de Consolación, Rocío, Regla de Chipiona, Merced de Barcelona, Angustia de Granada, la Virgen de la Cabeza de Andújar, Pilar de Zaragoza, Remedio de Olvera, Candelaria de Tenerife o la Virgen del manto azul de los belenes del Pancho. Todo ello con alusiones flamencas a Pepe Pinto o Farina, a las coplas de Concha Piquer o Juanito Valderrama o los boleros de Machín. Pero en Dos Hermanas, concluyó, es «jamuga y cojín, corona y medalla, cuentas en un rosario, hermosos nardos, rayo de sol en Barranco… O la sencilla oración que el Rey Santo pronunciara, que no hay verdad más grande que decir Virgen de Valme y Dos Hermanas«.

Un gran pregonero

Y aunque pensaba que había cerrado su etapa como pregonero, Antonio Miguel ha demostrado una vez más, a pesar del paso del tiempo, que lleva un pregón dentro de él sobre su devoción a la Virgen. Por lo que, con gran maestría en la pluma y el pregonar, convirtió su disertación en un canto en verso a esta centenaria tradición. Y como ya ha hecho en otra ocasión, también le debía a Valme una canción y el pregonero se lanzó por fandangos, al son de una guitarra, para expresar sus sentimientos.

Para el pregonero, «hablar de Valme es hacerlo de mucha gente ligada a la historia de Dos Hermanas», pero, sus primeros recuerdos de esta romería lo llevan a su barrio, «a mi colegio del Cerro Blanco, donde aprendí a rizar flores«. Y las flores rizadas de Valme, de la que ahora se cumplen cien años, «centenario del patrimonio nazareno», hoy «se colocan en mi canto a la Virgen, como la fina seda que se hace flor cuando no es primavera».

Miguel ha sido el pregonero de la post-pandemia, «tras darle los romeros color a un camino de pandemia, huérfanos de los vivas», y le ha tocado anunciar «que ese letargo termina y que todo vuelve a empezar«, exclamando un «despiértate Dos Hermanas, que este año hay romería». Pero también es el pregonero del Año Jubilar y de los 50 años de la coronación canónica de la Virgen, dos efemérides que también estuvieron presentes en sus palabras.

Miguel se acordó de los niños, que nunca pueden faltar «al laíto de la Virgen» y de que aquellos que, siendo tan jóvenes, se marcharon tan pronto de su lado, como Jesús Ríos o Cristina, «la niña de Alfonso y Marisa». Pero también de valmistas que a la gloria se marcharon, como el arzobispo Carlos Amigo Vallejo o Miguel Gil Pachón, que «piensan seguir andando por los caminos del cielo». Además de reivindicar el valimiento de la Virgen para aquellos que más lo necesitan en el camino de su enfermedad.

Un pregonero, dos devociones

Y cuando el pregón, ese canto en vero, fue llegando a su fin, «con la voz ya rota como un romero en el camino de vuelta», el pregonero puso sobre el atril la dicotomía de sus dos devociones marianas: Valme y Amargura. «He llegado aquí por amor a la virgen y, aunque podáis afear al pregonero que venga a hablar de Valme cuando no nací ni vivo el día a día de la Hermandad, os invito a buscar la respuesta en la mano de la Virgen, ya que es la misma que abraza a su hijo muerto la tarde del Viernes Santo».

Por lo que, «siendo amarguro de cuna, por devoción, soy romero, y no cabe gloria mayor, ni existe un gozó más grande que, como el Santo se postró, pueda yo ante ti postrarme. Tú te quedas con la flor y yo, contigo, Virgen de Valme». Poniendo fin a su pregón y a su canto en verso.

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