Tiempo de sementera

vidas sembradas
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(Lucas 10,1-20) PARA LA agricultura, el verano no es tiempo de sementera. El calor y la sequedad de julio y agosto no hacen posible que una semilla sepultada en la tierra tenga la mínima humedad para poder sobrevivir sin calcinarse. Pero en lo que a la persona respecta, puede ser lo contrario.

Toda semilla necesita quietud y sosiego para que, con un poco de humedad, pueda romperse por dentro y empezar a echar pequeñas raíces y a brotar. El verano es ese tiempo de quietud y de sosiego que necesita nuestra alma para que en ella brote la novedad que siembra el Espíritu. Una lectura, una conversación, una nueva experiencia, un rato prolongado de oración… de muchas maneras el Espíritu puede sembrarse en nuestra vida y hacernos echar raíces y brotar por donde no esperábamos.

El evangelio del próximo domingo nos muestra cómo Jesús envía de dos en dos a sus discípulos a que fueran iniciando la sementera del Reino de Dios. Eran personas sin cultura del discurso, pero les hablaban a campesinos, con sus mismas inquietudes, de la esperanza del Reino. Los habría descreídos y escépticos de aquel anuncio de promesas. Pero, para su alegría, muchos los creyeron. Hasta el propio Jesús, quizás sorprendido, se alegró.

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No endurezcas tu corazón; que la sementera del Reino que cada amanecer esparce el Espíritu, no te agarre cerrado ni escéptico. Dios se vale de quién menos lo esperas para impulsarte en los caminos de su alegría.

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