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Dos Hermanas se reencontró con su Viernes Santo en esta Semana Santa que ya ha sido sobradamente definida como la de los reencuentros. En su caso, no se vivía una jornada con procesiones desde el año 2018, ya que en 2019 la lluvia impidió su salida y en los dos años siguientes la pandemia no permitió la estaciones de penitencia en la vía pública. Por lo que en este 2022 se ha vivido un Viernes Santo sin amargura, sin ese sentimiento de frustración o tristeza por no poder disfrutar de los titulares de la Hermandad de Amargura.

Nadie sabe explicar el porqué pero Amargura es una de las cofradías más populares y queridas de la Semana Santa nazarena y así se nota cada jornada de Viernes Santo. Y no nos referimos solo a su barrio, que se echó a la calle para ver a la Virgen de la Amargura portando en sus brazos a Ntro. Padre Jesús de Descendido de la Cruz, una de las imágenes más portentosas y fotogénicas de las que procesionan por las calles del municipio nazareno. Ya que, a su llegada al centro de la ciudad, las calles presentaban también un pleno.

La cofradía se ponía en la calle con un sol de justicia y un calor que provocó algún desvanecimiento en la plaza que lleva el nombre de la Virgen del Viernes Santo antes de su salida. Pero, cuando se abrieron las puertas de su remozada capilla, uno de los estrenos de la jornada, el público allí congregado prorrumpió en un sonoro aplauso. Después de tres años, las ganas de cofradía en la zona sur de la ciudad eran palpables y así se plasmó, musicalmente hablando, con la entrada de la Agrupación Ntra. Sra. de la Estrella en la plaza previa a la salida.

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Y esta es otra de las claves del éxito de esta jornada, la perfecta simbiosis que se ha creado entre paso y banda durante su procesionar por Dos Hermanas, con ese caminar elegante de su cuadrilla de costaleros. Con los sones de Reina de mi Amargura se ponía el paso en la plaza. Claveles rojos en su canasto, como la sangre del Cristo muerto que porta la Virgen en un viernes de sudario, el que pende de la cruz de la que ha sido descendido Jesús en esta jornada y que es la que despide la imagen de este paso cuando marcha. Toda una obra de arte que tallara el autor de la dolorosa, realizada en madera noble y con los casquillos repujados por los talleres de Villarreal.

Aunque las miradas no pueden apartarse de la mirada dulce de la Virgen de la Amargura, salida de la gubia de Manuel Pineda Calderón, y de la portentosa talla de su hijo, tallada por Manuel Carmona Martinez y bendecida en el año 1992 para sustituir a la anterior. Y a los pies de la cruz, otra de las Titulares de esta congregación, Santa Ángela de la Cruz, en una pequeña talla que se venera en su capilla.

El cortejo de esta cofradia es uno de esos de los que no se pueden perder detalles. Destaca la presencia de las tres Virtudes Teologales, la Fe, la Esperanza y la Caridad, y la Verónica, con el paño de Cristo. Además de una nutrida representación de mujeres de mantilla y de portarse una reliquia del Lignum Cruci.

La hermandad no presentó cambios en su recorrido, destacando, nada más salir, su presentación en la Parroquia del Divino Salvador, que sus Titulares han estado presidiendo hasta hace poco por las obras de su capilla. Y en su búsqueda de la Carrera Oficial, también fue reseñable su parada en la Capilla del Gran Poder, así como, a la vuelta, el ya tradicional paso por la Capilla de San Sebastián, ya cuando la jornada del Viernes Santo va llegando a su fin. Con la noche cerrada, la cofradía retorna a su barrio, del que salió a plena luz del día y, en el recogimiento de su plaza, donde retumbaron con más fuerza que nunca los sones de la Estrella, el paso se despidió de su gente hasta su próxima estación de penitencia, con el deseo de que vuelva a ser un Viernes Santo sin ‘amargura’.

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