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(Lc 3, 1-6) “QUE LOS MONTES se abajen, que los valles se levanten, que lo torcido se enderece. Preparemos los caminos al Señor.» Adviento es tiempo de reformas. De abrir ventanas y que el sol de la mañana y de la tarde ponga luz en tanto orgullo y tanta desidia como hay en nuestra vida.

Para todos, adviento ha de ser tiempo de conversión. Mal hacemos cuando escuchando una lectura de la Biblia pensamos lo que los otros han de cambiar. Que no nos pase como aquel que quería quitar una pelusa del ojo de su hermano cuando los suyos estaban medio cerrados.
Es tiempo de revisarnos y preguntar. Sí; de preguntar a la persona que te quiere qué tendrías que cambiar para hacerla más feliz.

A veces nos parecemos a los malos políticos. Prometemos mucho y, a la hora de la verdad, cambiamos poco. Decimos hacerlo todo por las personas que queremos, pero ni les preguntamos ni estamos atentos a sus verdaderas necesidades. Estamos más atentos a quedar bien delante de todos que a vivir siendo honestos y sinceros para con nosotros mismos y para con Dios.

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Imagínense que todos en nuestro pueblo, incluidos los políticos, nos ponemos a trabajar con honestidad y sensatez por el bien común. Nos llamarían nazarenos con Honestidad. Seguidores del Nazareno en gracia y en verdad.

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