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El pasado lunes primero de marzo se cumplieron 160 años de la inauguración oficial de la línea férrea que conecta a las ciudades de Sevilla y Cádiz, en la cual se encuentra Dos-Hermanas. Aquella inauguración supuso un revulsivo en la economía de la entonces villa. El tren propició la entrada de nuestra ciudad en lo que se conoce, en términos históricos, como la «Revolución Industrial». Recordemos que, sin la línea férrea, no hubieran alcanzado el auge que tuvieron los almacenes de aceitunas, ni tampoco habrían abierto en nuestra localidad sus puertas fábricas como la de tejidos de yute de Manuel J. Alpériz o la de agua de azahar de Joaquín Casanovas.

Centrándonos en la estación de Dos-Hermanas que vio llegar al primer tren hace 160 años, y cuyo aspecto hemos recreado en la maqueta que puede apreciarse en las fotografías que acompañan a este artículo, era de tercera clase y construida en 1859, siguiendo el modelo de la vieja estación sevillana de San Bernardo.

Propiedad de la Compañía de Ferrocarriles Andaluces, era de una sola planta, con techumbre a dos aguas de tejas árabes, de líneas muy modestas (sin apenas decoración) y construida principalmente en madera. El edificio constaba de tres salas o compartimentos. El central era la sala de espera de viajeros, donde además se encontraba la taquilla para expedir los billetes, mientras que los dos laterales eran la casa del jefe de estación y las oficinas.

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La puerta principal de la estación se abría ante una gran explanada yerma, propiedad también de la mencionada compañía ferroviaria, delimitada por una gavia que recogía y canalizaba las aguas pluviales. Andado el tiempo, este terreno será el paseo de Federico Caro y hoy es la plaza del Arenal.

Una parada digna para Dos Hermanas

A fines de la década de 1870 eran muchos los sevillanos adinerados que llegaban aquí en tren, por lo que, a juicio del Ayuntamiento nazareno, se hacía necesara la construcción de una nueva estación que estuviera acorde con la importancia que iba ganando la población, pues no había que olvidar que la estación era la “puerta de entrada” de la villa.

La breve parada de Alfonso XII en la estación nazarena en marzo de 1877 supuso un antes y un después en este sentido. Aquella estación de madera no había estado a la altura en la recepción de un monarca, y fue entonces cuando se tomó el impulso necesario para poner en marcha el proyecto. A finales de 1879, el alcalde Carballido envió una carta a Francisco Escurdia, ingeniero jefe del Cuerpo Nacional de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos-División de Ferrocarriles de Sevilla, en la que le pedía que convenciese al director de Ferrocarriles Andaluces y así iniciar los trámites para construir una nueva estación.

Escurdia contestó en enero de 1880 lo siguiente: «Desconoce esta División las gestiones directas de esa población para la mejora de que se trata y existe además una orden superior para que no se exija la ejecución definitiva de la estación mencionada hasta que se modifiquen ciertas condiciones, por lo que cuanto hay en la actualidad es de carácter provisional, debiéndose a esto la carencia de muelle. No obstante, la División no ha dejado de recomendar, ya que no le es permitido ordenar por lo expuesto, la ejecución completa y definitiva de la estación y con esta fecha al trasmitir a la Compañía su reclamación se la apoya extendiendo la recomendación a todas las dependencias provisionales de la misma. Es todo cuanto puedo manifestar a Usted en contestación a su atento oficio, estando dispuesta esta División a apoyar lo que redunde en beneficio de los intereses generales, en la parte que permitan las órdenes superiores de la División General de Obras Públicas, Comercio y Minas, que es el centro que puede ordenar la inmediata realización del muelle y estación definitiva». Esta carta terminó con cualquier esperanza de ver construida una estación «digna» en un corto plazo. Hubo que esperar hasta 1917 para ver realizado este viejo sueño.

Por último, esta es la estación que vieron personalidades tan destacadas como los reyes Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII y la regente María Cristina, escritores tan notables como Juan Ramón Jiménez, Lamarque de Novoa y la condesa Juliette de Roubesart, políticos como Segismundo Moret o el conde de Romanones e, incluso, el pintor Julio Romero de Torres.

Sirva este breve artículo como recordatorio de tan importante efeméride, los 160 años, que no debe pasar desapercibido, dada su trascendencia.

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