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Inicio Tramo cofrade El evangelio del domingo Ante la soberbia, castidad

Ante la soberbia, castidad

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como cristo
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(Mateo 1, 16-24) UNO DE ESOS pecados que destruyen nuestra vida y la hacen inhumana es la soberbia. La soberbia nos enfrenta con todos, porque a todos los vemos como competidores y a todos queremos supeditar a nuestra voluntad y nuestros caprichos. La soberbia nos ciega; y aunque sepamos que alguna decisión nos va a dañar, por soberbia caemos en el desprecio del otro, en usar violencia frente a él, en considerarlo menos digno que nosotros mismos. Desde la soberbia no valoramos las cosas en sí mismas, sino desde cómo quedar por encima de los demás.

La soberbia nos aísla y nos agota. En todo queremos imponer nuestra voluntad, en todo queremos decir la última palabra. Cuando se adueña de nosotros, se hace más fuerte que el amor que le tenemos a quien más queremos. Nos enfrenta con nuestra pareja, nos aleja de nuestros hijos, nos separa de nuestros amigos.

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Ante la soberbia hemos de cultivar la virtud de la castidad. Una virtud que consiste en no ansiar poseer al otro, sino estar al servicio de su crecimiento y desarrollo; no buscar controlarlo ni domeñarlo, sino respetando sus ritmos y limitaciones, ir caminando juntos hacia el bien. Vivir la castidad en la pareja es negarse a usar al otro para mi propia satisfacción y utilidad; vivir la castidad en la relación con los hijos es poner siempre su bien por encima de mis genios y mis cansancios y, cuando ya son mayores, de mis propias ideas; vivir la castidad en toda nuestra vida es negarse a exacerbar nuestras pasiones y nuestros deseos, sino buscar encauzarlos para acoger al otro en su libertad, para caminar juntos hacia el bien común.

La virtud de la castidad no está de moda; y así te va. Y así nos va, que la soberbia también es pecado clerical.

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