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Jojo Rabbit: Contra el fanatismo

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jojo rabbit
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Ha sido vista por algunos como una especie de actualización de La vida es bella (Roberto Benigni, 1997). Jojo Rabbit, la nueva película de Taika Waititi (al que conocimos gracias a la descacharrante Lo que hacemos en las sombras) es una película que llega a desconcertar en algunos momentos, pero que siempre resulta fascinante.

Waititi ha hecho una lectura de la Alemania nazi colorista y divertida, que visualmente recuerda por momentos al cine de Wes Anderson, y en la que los nazis parecen bufones, con situaciones que provocan la carcajada a pesar de la negrura y lo afilado de su humor, pero en la que, en determinados momentos, la realidad se impone para darnos una bofetada, encogernos el corazón y el estómago, y dejarnos casi sin aire.

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Jojo es un niño tímido y solitario de diez años que pertenece a las Juventudes Hitlerianas. Antisemita convencido, más por lo que le han contado otros que por conocimiento propio, y fanático seguidor de Hitler, imagina que este es su amigo y que le da consejos de vida. Su mundo se pone patas arriba cuando descubre que su madre esconde en el ático a Elsa, una adolescente judía. Jojo duda entonces si denunciarla o no, ya que los que alojan a los perseguidos también serían duramente castigados.

EE.UU.-República Checa-Nueva Zelanda, 2019 (108′)
Escrita y dirigida: Taika Waititi, basado en la novela de Christine Leunens.
Producción: Carthew Neal, Taika Waititi, Chelsea Winstanley.
Fotografía: Mihai Malaimare, Jr.
Música: Michael Giacchino.
Montaje: Tom Eagles.
Intérpretes: Roman Griffin Davis (Jojo), Thomasin McKenzie (Elsa), Scarlett Johansson (Rosie), Taika Waititi (Adolf), Sam Rockwell (Capitán Klenzendorf), Rebel Wilson (Fraulein Rahm), Alfie Allen (Finkel), Stephen Merchant (Deertz), Archie Yates (Yorki).

Película que sorprende

A pesar de que es un tema que se ha tratado en multitud de películas, Waititi consigue que todo nos sorprenda y no nos suene (demasiado al menos) a ya visto. La Alemania nazi, en el último año de la guerra, cuando el fin del Reich es inminente, es sin embargo un lugar donde el conflicto no se nota. O no en principio. Hay colorido, hay alegría, hay diversión. A pesar de que haya también cadáveres de prisioneros ejecutados por las calles. La novedad en Jojo Rabbit radica en que el punto de vista desde el que vemos todo es el de los niños, los de Jojo en concreto.

Jojo Rabbit trata de indagar en qué fue lo que pudo ocurrir en las mentes de millones de personas, muchas de ellas adolescentes, para que vieran en la figura de Adolf Hitler alguien a quien idolatrar, equiparable al nivel en que hoy se adoran a las figuras de la música pop-rock. Por ello arranca, inteligentemente, con la versión alemana del I wanna hold your hand de The Beatles, sobre imágenes reales de masas de jóvenes jaleando al dictador al modo en que ocurría con la banda de Liverpool.

Un reparto magnífico, con trabajos destacables de los jóvenes Roman Griffin Davis y Archie Yates, de Thomasin McKenzie, y de Sam Rockwell, Rebel Wilson y Scarlett Johansson (que recibe por este papel una de sus dos nominaciones al Oscar de este año), da lustre a una película que puede pasar por ser una cinta pequeña, pero que lleva detrás mucho más bagaje del que podría aparentar.

Estilo infantil y luminoso de Jojo Rabbit

El estilo es conscientemente infantil y luminoso (no en vano lo vemos desde la perspectiva de un niño), pero el tema de la barbarie nazi no está suavizado y vemos la crueldad por la calle, nos impacta y nos destroza en el momento más inesperado. Jojo busca identificarse, busca compañeros, y es feliz con su madre y su mejor amigo (el adorable Yorki). Hasta que su mundo imaginario en el que los judíos son monstruos demoníacos se viene abajo al conocer a esa Elsa en la que no parece ver todos los males que le atribuyen.

Bajo esa apariencia casi naif, Waititi consigue trasladar su mensaje principal, que es imprescindible conocer al diferente para comprenderle y hasta para quererle. Algo que, en los complicados momentos actuales, resulta más necesario que nunca.

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