Joker: Génesis de un monstruo

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joker

Las expectativas eran altas, y mucho, incluso antes de que Joker  se hiciera, contra todo pronóstico con el León de Oro en el último Festival de Venecia. Y las expectativas no solo se han cumplido, sino que se han superado sobradamente. Todd Phillips ha hecho una película inmensa, con un soberbio Joaquin Phoenix que va lanzado directo al Oscar al mejor actor, con lo que nos encontraríamos con el extraño caso de tener dos intérpretes que consiguen el premio por el mismo papel (después de que Heath Ledger ganara su premio póstumamente por su papel en El caballero oscuro).

Joker ha estado envuelta en la polémica desde el primer momento. Si bien la crítica se ha rendido a sus pies casi mayoritariamente, no han faltado las voces que la han criticado por (dicen) promover la violencia, por jactarse de ella. Incluso la productora Warner se ha visto obligada a emitir un comunicado certificando que Joker es ficción. Lo cual deja bastante a las claras que estamos montando un planeta en el que los tontos son cada vez más. Cosas de las redes sociales, que cualquiera puede opinar de cualquier cosa.

Arthur Fleck sobrevive haciendo de payaso en pequeños trabajos en la oscura y deprimente ciudad de Gotham, mientras cuida de su madre enferma. Su única motivación y fin en la vida es hacer reír a los demás. Además, Arthur debe lidiar a diario con el aislamiento social que le provoca su enfermedad mental, visible sobre todo por unos incontrolables ataques de risa que hace que le miren mal, y la ayuda psiquiátrica que recibe desaparece por los recortes del gobierno. Pero su risa está acompañada de una tremenda rabia, por las injusticias que sufre cada día, acontecimientos que poco a poco irán haciendo mella en él hasta que llegue la explosión y le hagan convertirse en el Joker.

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Estados Unidos-Canadá, 2019 (121′)
Dirección: Todd Phillips.
Producción: Bradley Cooper, Todd Phillips, Emma Tillinger Koskoff.
Guión: Todd Phillips, Scott Silver.
Fotografía: Lawrence Sher.
Música: Hildur Guðnadóttir.
Montaje: Jeff Groth.
Intérpretes: Joaquin Phoenix (Arthur Fleck), Robert de Niro (Murray Franklin), Zazie Beetz (Sophie Dumont), Frances Conroy (Penny Fleck), Brett Cullen (Thomas Wayne), Shea Whigham (Detective Burke), Bill Camp (Detective Garrity), Glenn Fleshler (Randall), Leigh Gill (Gary), Josh Pais (Hoyt Vaughn), Rocco Luna (GiGi Dumond), Marc Maron (Gene Ufland).
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El director de cintas como Aquellas juergas universitarias, Road trip, o la trilogía del Resacón…, cambia de registro y firma su obra magna. Jamás ha hecho nada igual. Es más, jamás lo hará de nuevo. Phillips toma referencias evidentes de la Taxi driver de Scorsese, en una época en la que la piel del espectador es más fina que cuando aquella se estrenó. El de Joker ha sido un personaje que ha evolucionado desde el cómic, aunque hasta ahora solo lo conocíamos como tal, sin saber el origen de todo. Phillips nos pega a la nuca de Fleck, un Joaquin Phoenix espectacular, inmenso, que se deja la piel con una interpretación en la que nos provoca miedo y lástima a partes iguales.

Ahí está el quid del asunto. Llegamos a empatizar con él, a comprender (que no compartir) su reacción. Fleck suelta una frase descomunal que lo explica todo a la perfección: “Lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras”. Y es que, aquí, la enfermedad mental, lo que la autoridad califica como enfermedad mental, cuando el cerebro de una persona funciona de modo diferente a lo que se considera normal, y en vez de ayudarle para ‘reinsertarlo’ en la sociedad, lo separa, lo aleja, lo ridiculiza y estigmatiza, es el origen de un mal que se podía evitar. Fleck (Joker) es un humano, un ser ambiguo con sus contradicciones, aunque ello no implica que se presente como un ejemplo. Es el Joker, y todos sabemos qué y cómo es el Joker.

No es una película de superhéroes (supervillanos más bien), aunque veamos muy sutilmente el germen de Batman, ni de otro lado. Es un drama psicológico, un thriller con una pizca de terror, con cierto mensaje político, en la que el director ni defiende ni celebra al personaje. Es una película mayúscula para celebrar el cine.

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