La Soledad de Dos-Hermanas

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Es la imagen de la Soledad de Dos-Hermanas, titular de la hermandad del Santo Entierro, con toda probabilidad, la Dolorosa más antigua que procesiona en la Semana Santa de nuestra ciudad.

Se trata de una meritoria imagen de candelero de 1,53 ms. de altura, que ha sido fechada en los inicios del siglo XVII, aunque hay autores que apuntan la posibilidad de que sea, incluso, una imagen de la segunda mitad del XVI, por la existencia de un apéndice en la nuca de la talla que sería utilizado para posibles postizos, elemento aquel muy característico del Quinientos. En cualquier caso, es de autor desconocido, aunque durante mucho tiempo estuvo atribuida, sin más, a los escultores sevillanos Cristóbal Ramos (1725-1799) como a Luisa Roldán, ‘la Roldana’ (1652-1706). Ambas hipotéticas autorías se han ido repitiendo de manera cansina en las últimas décadas, si bien, los diversos historiadores del Arte que han estudiado la obra de ambos escultores vienen a considerar que no existe ninguna prueba documental ni se dan rasgos estilísticos y técnicos en la imagen que permitan encuadrarla en uno u otro autor.

Es de destacar la belleza y dulzura de sus rasgos, con boca entreabierta y fina nariz. Asimismo, ha sido restaurada en varias ocasiones. La primera de la que tenemos noticias se desarrolló en 1940, corriendo a cargo de José Luis Ferrer de Couto Lamas. Dicha intervención consistió, presumiblemente, en la reparación de algunos daños y desperfectos provocados por el incendio de la parroquia de 1936. La segunda y más importante la llevó a cabo en 1955 el escultor alcalareño Manuel Pineda Calderón, quien se centró básicamente en la policromía del rostro, respetando la talla original. La mano de Pineda se nota, sobre todo, en las cejas. Por este trabajo el escultor cobró la cantidad de 1.000 pesetas, siendo la imagen nuevamente bendecida el 20 de marzo de 1955. Las últimas intervenciones se dieron en 1986 y 1991, ambas realizas por el taller sevillano Isbilia, y han consistido en cambios de candelero y aparejos sin mayor importancia.

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En cuanto a la evolución histórica de la imagen, por un conflicto interno de la cofradía de la Soledad que tuvo lugar en 1616, se sabe que ya por esas fechas aquella corporación veneraba en Dos-Hermanas una talla de “Nuestra Señora”, que bien podría ser la actual de Nuestra Señora de la Soledad. Uno de los testigos que intervinieron en el referido pleito, Pedro Ximénez, de cincuenta años y familiar del Santo Oficio, manifestó que desde que Antonio Gómez era mayordomo de la hermandad (esto es, desde 1605) “ha hecho un Cristo de mucha devoción de la Resurrección y una imagen de Nuestra Señora y para ella muy ricos vestidos y sabe que actualmente está haciendo un manto para dicha imagen”. Antonio Gómez era tejedor de lienzos y propietario de dos casas en la calle Alcoba. En una de esas casas se encontraban ambas imágenes, con mucha limpieza y decencia, según indicó el referido testigo.

En cualquier caso, en el testamento de Cristóbal López de las Vacas, de enero de 1731, aparece una de las referencias más antiguas que existe de esta imagen titular de la hermandad del Santo Entierro. En este documento, López de las Vacas ordenó ser enterrado “al pie del altar de Nuestra Señora de la Soledad, por la gran devoción que tengo a dicha Señora”, al tiempo que se menciona la lámpara de aceite que ardía ante la imagen de Nuestra Señora de la Soledad.

Ya en el siglo XIX, debemos mencionar, por su gran valor devocional y antropológico, el poema que el nazareno Fernando Vaquero escribió de su puño y letra dedicado a la Virgen de la Soledad de su pueblo natal. Vaquero había sido destinado al frente de Castilla la Vieja, durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), y en 1841, terminada ya la contienda, continuaba en aquellas tierras, concretamente en Burgos. Poco antes de regresar a Dos-Hermanas, Fernando Vaquero escribió y envió desde la capital burgalesa una carta a su entonces novia, María Terrero. La misiva contenía el hermoso y sencillo poema antes aludido y cuyo tenor es este que sigue: “Estoy muy lejos esta mañana, / lejos de Ti y solo como Tú, mi Soledad. / Estoy lejos de ti, Dos hermanas, / solo te tengo a Ti, Virgen mía, / mi Virgen bendita, mi Soledad”.

Cuando se redactaba ese delicado poema, la imagen de la Soledad se encontraba en la hornacina central de un retablo de estilo neoclásico, ubicado en la cabecera del lado del Evangelio de la parroquia de Santa María Magdalena. Allí permanecía cuando se produjo la quema de la iglesia en julio 1936, de la que salió, por fortuna, sin apenas daño. Reconstruido el templo, volvió a su primitivo lugar, pero ocupando otro retablo que procedía del extinto convento carmelita de Carmona, pues su antiguo retablo neoclásico fue retirado por encontrarse dañado. Permaneció en ese nuevo retablo hasta que a mediados de la década de 1950 se decidió colocarla en el retablo que hoy en día sigue ocupando, en el lado de la Epístola de la cabecera del templo parroquial.

FOTO DEL MES Esta curiosa a la vez que magnífica fotografía pertenece a la colección de José Antonio Santana Parra, que muy gentilmente nos ha cedido. Muestra a la imagen de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, titular de la hermandad del Gran Poder, en el altar de cultos de 1925. En primer plano vemos la referida imagen y, al fondo, se aprecian, a la derecha, parte del retablo mayor de la parroquia de Santa María Magdalena (concretamente, la talla de San Francisco de Asís), y, a la izquierda, un fragmento del retablo de la Soledad.

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