La calle Tarancón

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En lo que había sido desde antiguo el ruedo de San Sebastián, y junto a la histórica huerta del Jerezano (también nombrada del Pachocho), se comenzó a construir sobre un pequeño camino la actual calle Tarancón, que en sus inicios y por no tener aquel caminillo ningún nombre propio, se la bautizó como calle Nueva.

Teniendo en cuenta que la primera vez que se menciona a esta calle fue en el padrón de la Valuación de las Riquezas territorial, urbana e industrial de esta villa y su término de 1835 y que no aparece recogida en la anterior Lista cobratoria del repartimiento de la Contribución de encabezamiento de Rentas Provinciales de esta villa de 1831, esta calle Nueva debió aparecer entre 1832 y 1834. En cualquier caso, no fueron demasiadas las casas que se construyeron en un principio. Y así continuaría en la mayor parte del siglo XIX, tanto es así que comenzó la década de 1880 con tan sólo nueve casas.

Por aquel entonces era (y lo fue hasta bien entrado el siglo XX), una calle terriza con todas sus casas cubiertas de ramajes, lo que las hacía propensas a los incendios. Alguno se desató a principios de la Restauración borbónica, causando algunos daños más o menos considerables. Pero ninguno de esos incendios tuvo el alcance que tuvo el que se desató en el verano de 1884. Podemos decir, incluso, que ése fue uno de los más graves que afligieron a la villa en el siglo XIX.

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El 17 de julio, y sin que a día de hoy se sepan las causas, se desató un incendio en una de las nueve viviendas que existía en la calle, y al ser la techumbre de todas ellas de ramas secas, las llamas pasaron de una casa a otra. A pesar de que los vecinos de la calle se movilizaron rápidamente para sofocar el incendio, nada se pudo hacer para salvar los inmuebles, que quedaron reducidos a los cimientos. Por fortuna, no hubo que lamentar pérdidas humanas. Sin embargo, todos los vecinos perdieron sus pertenencias. Entre las pérdidas se encontraba buena parte de la documentación de la hermandad de la Vera-Cruz, pues en esas viviendas vivían el secretario y mayordomo de la citada cofradía. Ambos custodiaban dicha documentación en sus propias casas, costumbre muy arraigada en nuestra villa hasta hace bien poco.

Vecinos ilustres

Esta histórica vía fue siempre una calle de vecinos humildes, en su gran mayoría, sencillos jornaleros que trabajaban en las faenas del campo. Y, aunque no residió en ella, bueno sería destacar la biografía del sacerdote que dio nombre a la vía: Felipe Tarancón y Tarancón. Nacido en la localidad soriana de Nolay en 1855, era hijo de Alejo Tarancón y de Baltasara Tarancón. Ya en su juventud se trasladó a Sevilla, residiendo en la casa de su tío don Eusebio Tarancón Moreno (1810-¿?), canónigo maestrescuela de la catedral hispalense, situada en el n.º 4 de la plaza del Triunfo. Ordenado sacerdote, llegó a Dos-Hermanas en los últimos meses de 1881, fijando su domicilio en el n.º 27 de la calle del Canónigo. Después, en 1883, lo vemos viviendo en la calle Real de Sevilla, concretamente en el n.º 25. Es el autor del primer inventario de la parroquia, fechado en 1885. Permaneció en Dos-Hermanas hasta febrero de 1886, cuando pasa a ser cura ecónomo de la iglesia de Omnium Sanctorum de Sevilla. Poco tiempo estuvo en su nuevo destino porque a finales de ese año se trasladó a Pamplona, donde fue nombrado provisor y vicario general de aquel obispado. En febrero de 1887, el Papa León XIII le nombró canónigo de la catedral pamplonesa y en 1896, ante la ausencia del obispo de Pamplona, se hizo cargo de la diócesis. Tiempo después, en 1903 fue designado chantre de la catedral de Almería, cargo que desempeñaría hasta su fallecimiento, acaecido en su pueblo natal, Nolay, en agosto de 1912.

Uno de los que se personaron en la calle para ayudar a los afectados fue el cura ecónomo de la parroquia de la Magdalena, don Felipe Tarancón, que nada más sofocarse el incendio inició las gestiones en el consistorio para reparar las casas destruidas. Incluso hizo una colecta entre varios miembros de la feligresía (cuyos nombres se omitieron) para recaudar fondos para ese fin.

Las gestiones del sacerdote dieron sus frutos y el 21 de agosto de ese mismo año se aprobó el pliego de condiciones para la subasta de las obras de reparación. La subasta se verificó el 28 de ese mes en las casas consistoriales entre las doce y la una de la tarde, ante la comisión especial (formada por los curas de la Magdalena, Antonio Retamar Ruiz y Felipe Tarancón y el alcalde Juan Luis de Cózar Muñoz) creada para este fin, “bajo el tipo de tres mil doscientas cincuenta pesetas a que ascienden los gastos de albañilería y carpintería, no admitiéndose proposiciones que excedan de dicha suma”.

Las obras debían concluirse en el plazo de cuarenta y cinco días, contados desde los tres siguientes al remate, y serían inspeccionadas por el maestro alarife que designase la comisión. Las nueve casas que se reedificarían correspondían a los siguientes vecinos: Manuel Rivas Quesada, Manuel Alanís, Manuel Inurria, José Díaz, Manuel Fernández, María Monje, Juan Pérez, Francisco Haza y José Vázquez. A la referida subasta se presentaron varios maestros alarifes de Dos-Hermanas. Comenzó la puja Diego Figueredo, quien ofreció las 3.250 pesetas. Manuel Bancalero, por su parte, ofreció 3.200, mientras que Juan Gómez Carballido dio 3.199. Diego Figueredo dio después 3.189 pesetas, y Antonio Toro Carret, 3.179. Así continuó hasta que fueron rematadas las obras en Manuel Bancalero por 2.614 pesetas. La diferencia entre esta cifra y las 3.250 pesetas en que estaban valorados los materiales y peonadas, terminó destinándose a limosnas para los vecinos pobres de la localidad.

¿Qué nombres tuvo?

A lo largo de su Historia esta calle ha tenido únicamente dos denominaciones oficiales. Nació con el genérico nombre de Nueva, por ser de reciente creación y no tener ninguna peculiaridad que le diera una denominación propia. Algo muy parecido le pasaría, muchos años más tarde, a la actual calle Clara Campoamor, que en su primera etapa de vida se la conoció igualmente como calle Nueva. Tras el infausto suceso de 1884, la calle comenzó a ser llamada calle Tarancón en honor al sacerdote que impulsó la reconstrucción de las viviendas afectadas por el incendio, don Felipe Tarancón, por lo que, finalmente, en 1897 el consistorio nazareno decidió darle aquel nombre a esta vía de manera oficial. Desde entonces lo ha mantenido a pesar de los continuos vaivenes políticos. Asimismo, es de anotar que, a raíz del referido incendio de 1884, los vecinos de la villa (y en especial los de esta vía) comenzaron también a llamarla calle de ‘las Casas Quemadas’ (como bien aparece en el padrón parroquial de 1902), aunque tal denominación popular quedó en el olvido.

Las obras de reparación duraron unos meses, quedando ya para el recuerdo aquella pesadilla que supuso el incendio de 1884. Pasados los años, en 1892, por un padrón parroquial sabemos que la calle había crecido hasta tener 29 casas y un total de 115 vecinos, aunque seguía siendo terriza.

A finales de esa centuria, se cedieron unos terrenos situados donde hoy están las casas n.º 22-26 para ampliación del cementerio de San Sebastián, pero el traslado del camposanto en 1909 dio al traste con ese proyecto de ampliación.

Como ya hemos referido en anteriores ocasiones, en 1903 llegó el alumbrado público eléctrico a Dos-Hermanas, y, sin embargo, esta calle no se vio beneficiada con ese adelanto, a pesar de encontrarse muy cerca (tan sólo unos metros) de la fábrica de la luz de Ramón Charlo.

Pasaron los años, y esta calle continuó teniendo un marcado carácter residencial, no existiendo negocios destacados en ella. Sí destacaríamos la carbonería que Juan Miguel Monje Guerra regentó en los años finales de la década de 1930.

Hoy sigue siendo una tranquila calle del centro histórico, donde se alza la casa-hermandad de la Vera-Cruz, su edificio más relevante.

¿SABÍAS QUE… ? Hasta bien entrado el siglo XX, existió entre las casas n.º 17 y 19 un estrecho callejón que servía para acceder a la vivienda n.º 3 de la vecina calle Goyeneta. Ese callejón, de carácter privado, terminaría desapareciendo en la década de 1920.

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