El desencanto de la realidad

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En la última edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla se pudo ver, fuera de concurso, una proyección especial de Tiempo después, la nueva película de José Luis Cuerda, que ahora llega a las salas comerciales.

Con ella, el director vuelve a al terreno de la comedia surrealista de la que nos ha regalado varios ejemplos. El más claro y evidente, el que todo el mundo recuerda y de la que esta es su secuela, es Amanece que no es poco, evidente película de culto de la historia actual del cine español.

Ambientada en el año 9177 -mil años arriba, mil años abajo-, la población del país ha quedado reducida a un solo Edificio Representativo, y un pequeño bosque en las afueras donde se hacinan todos los parados y hambrientos. El orden se descoloca cuando uno de los desempleados quiere vender limonada en el interior del Edificio, lo que le es negado ya que rompería la estabilidad del sistema.

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España, 2018 (95′).
Escrita y dirigida: José Luis Cuerda.
Producción: Andreu Buenafuente, José Carmona, Mercedes Gamero, Ibor Ibeas, Mikel Lejarza, Carmela Martínez Oliart, Félix Tusell, Arturo Valls, Jorge Vázquez Caño.
Fotografía: Pau Esteve Birba.
Música: Lucio Godoy.
Montaje: Emma Tusell.
Intérpretes: Miguel Herrán, Blanca Suárez, Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Carlos Areces, Nerea Camacho, Arturo Valls, Berto Romero, Gambino Diego, Miguel Rellán, Manolo Solo, Estefanía de los Santos.

Repartos corales

Cuerda demuestra que sabe manejar a la perfección los repartos corales, dándoles momentos de lucimiento a (casi) todos los miembros del muy extenso reparto. Una plétora de intérpretes plagada de nombres conocidos con los que el director y guionista se ríe de y critica a la monarquía, la juventud, la cultura, la izquierda política, y la realidad del mundo actual en general, con el que Cuerda se muestra realmente desencantado.

La película es irregular, y en su discurso se suceden sin descanso un gag detrás de otro, algunos corrosivos y delirantes, otros sin apenas gracia. Pero aun así necesaria y muy, muy distinta al resto de comedias españolas que se estrenan habitualmente. Eso sí, esta secuela se queda lejos de lo que fue la original de la que precede.

Tiempo después roza el ridículo en muchos momentos. A veces de modo voluntario, pero otras (y ahí está el problema), no. Cuando lo hace, Cuerda borda una cinta molesta y casi brillante. Pero cuando cae en sus peores defectos, se hunde irremediablemente.

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