1828. El Choleja, zapatero y ferviente republicano

Luchando por unos ideales.

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1828. El Choleja, zapatero y ferviente republicano

La Historia contemporánea de Dos-Hermanas está plagada de personajes que jugaron un papel relevante en un momento determinado y que, debido a diversos avatares, terminaron relegados e, incluso, condenados al más completo ostracismo.

Este es el caso de nuestro protagonista, Manuel Jurado Alcoba, un humilde zapatero y ferviente republicano. Había nacido en Dos-Hermanas en 1828, en el seno de una sencilla familia nazarena. Su padre, Juan Jurado, era de oficio jornalero, mientras que su madre, María Alcoba, se dedicaba a lo que en aquellos años se conocía como ‘sus labores’. Tuvo, al menos que sepamos, dos hermanos: Francisco, del mismo oficio que su padre y que residiría en la calle del Pinar, y José Jurado Alcoba, que fue zapatero y casó con María Zambruno Gómez.

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Nuestro biografiado trabajó primero como jornalero, ayudando a su padre en las faenas del campo, pero pronto aprendería el oficio que ejercería durante el resto de su vida y que le marcaría especialmente: el de zapatero. Ya a mediados del siglo XIX, el zapatero remendón gozaba de gran respeto y autoridad moral tanto en las pequeñas poblaciones como en los barrios de la capital, principalmente, porque en una época en la que el analfabetismo alcanzaba unas altas cotas, el zapatero sabía leer y escribir y ayudaba siempre a los que no sabían.

Asimismo, los zapateros fueron pronto asimilando las ideas republicanas (y, más tarde, anarquistas), que desde la muerte de Fernando VII estaban cobrando fuerza en nuestro país. En Dos-Hermanas, contamos con los casos de Juan Hidalgo Carret y del propio Manuel Jurado, que abrazaron el republicanismo en los últimos años del reinado de Isabel II. Cuando se produjo el derrocamiento de esta reina en septiembre de 1868, Manuel Jurado comenzó a interesarse aún más por los asuntos políticos, tanto es así, que participó de manera activa en el movimiento insurreccional de 1869, como tendremos ocasión de ver. Tras esa participación, que no tuvo el resultado esperado, nuestro protagonista abandonó su interés por la lucha política. Ni siquiera participó en la vida política de Dos-Hermanas tras la proclamación, en febrero de 1873, de la I República.

Un apodo muy singular
Nuestro biografiado fue conocido en el pueblo con el peculiar apodo de ‘Choleja’ o ‘Tío Choleja’ (este último en los últimos años de su vida), sin que sepamos ciertamente a qué se debió. Bueno es recordar que una choleja es un tipo de hacha de pequeño tamaño, que se utilizaba en las labores del campo, sobre todo en la poda de los olivos. Es posible que en su juventud (cuando trabajó en las labores del campo) Manuel Jurado utilizara mucho este instrumento y por ello fuera llamado de esta singular forma. Por otro lado, en los últimos años de su vida gozó del respeto y consideración de sus convecinos, siendo por ello llamado de manera un tanto familiar ‘Tío Choleja’. Y es que en el siglo XIX se daba el tratamiento respetuoso de ‘tío’ o ‘tía’ a aquellas personas mayores que no tenían títulos de ningún tipo y, por tanto, no se les podía tratar de ‘señor’ o de ‘don’.

Pero, aunque se mantuvo al margen, no dejó en ningún momento de defender sus ideas republicanas, a veces con excesiva vehemencia. Vehemencia que le acarrearía más de un quebradero de cabeza. El peor se produjo en noviembre de 1877. El día 24, Manuel Jurado Alcoba fue detenido por desacato e “insultos a la Guardia Civil e instituciones vigentes [se refiere, sin duda alguna, a la Monarquía y al resto de instituciones del sistema de la Restauración]”.

Inmediatamente, fue llevado a la cárcel municipal y en la tarde de aquel día, tras ser llamado por el comandante de la Guardia Civil, se personó el entonces alcalde de la villa José Carballido Cotán, quien nada más entrar en el recinto oyó “decir a un hombre que estaba dentro del establecimiento jodidos, cochino y otras expresiones indecorosas”. Ese hombre no era otro que Manuel Jurado.

1828. El Choleja, zapatero y ferviente republicano

El 27 de noviembre el juez de paz de Dos-Hermanas dispuso su envío al Juzgado de Primera Instancia de Utrera, y el 30 de agosto de 1878 dicho tribunal emitió la sentencia. Pesaba sobre nuestro protagonista los delitos de “desacato a la Guardia Civil y lesa Majestad” por lo que fue condenado a diez meses y un día de prisión correccional, “la suspensión de todo cargo y derecho de sufragio durante la condena” y al pago de las costas.

La sentencia fue ratificada por la Audiencia de Sevilla y en octubre de 1878 ingresó en la prisión provincial de Granada, donde permaneció hasta el 19 de julio de 1879. De esa fecha es la licencia absoluta firmada por el gobernador civil granadino, conservada en el archivo municipal nazareno. En dicha licencia encontramos las señas de Jurado Alcoba. En ese año tenía una altura de 1,57 metros, tenía el pelo cano, nariz recta, barba poblada y era “cojo de la [pierna] derecha”.

El paso por la prisión granadina no debió mejorar la conducta de Manuel Jurado, pues en una carta que envió el alcalde nazareno al juez de paz el 22 de julio de 1880 se dice que nuestro biografiado “no merece el mejor concepto público y el cual ha sido preso y procesado en más de una ocasión”.

Sin embargo, con el paso de los años, Manuel Jurado Alcoba fue centrándose cada vez más en su oficio de zapatero, llevó una vida tranquila y, al final, se ganó el respeto de sus vecinos. Residió en el n.º 21 de la calle Alcoba junto a su esposa, la alcalareña Carmen Barbero Pérez (con quien casó en 1854 en la iglesia de Santa María Magdalena), y sus hijos Manuel (1857-¿?), Patrocinio (1859-¿?), Antonio (1864-¿?) y Enrique Jurado Barbero (1872-¿?). A partir de 1892 perdemos la pista del ‘Tío Choleja’, como terminó siendo conocido esta destacada figura del primer republicanismo nazareno, falleciendo el 20 de diciembre de 1907.

Presente en la sublevación republicana de 1869

Múltiples fueron las causas que desencadenaron la sublevación republicana que tuvo lugar en 1869, principalmente en la serranía de Cádiz, aunque también afectaría a la zona sur de la provincia sevillana, alcanzó incluso a Dos-Hermanas. Por un lado, estaba la no resuelta crisis agraria, que provocaba una irremediable miseria entre las clases más desfavorecidas (principalmente los jornaleros). A esto habría que unir el fracaso de la minoría republicana en las Cortes Constituyentes, que vio claramente que nada tenía que hacer en la vía política legal, y, sobre todo, la idea que se tenía de república como sinónimo de libertad y de reparto de tierras. Los primeros movimientos insurreccionales tuvieron lugar a principios de octubre de 1869, tomando la forma de partidas civiles rurales, formadas en su mayoría por jornaleros del campo, labradores y artesanos. En Osuna, se organizó una partida de insurgentes que quedó formada por dos grupos: una de caballería capitaneada por el alcalde ursaonense, Francisco Zamora, y un batallón de infantería a las órdenes de José Fantoni (líder de los republicanos utreranos) y Antonio Pedregal. En ese batallón se encontraban José Soltero Vázquez, alcalde segundo de Dos-Hermanas, y los republicanos nazarenos Antonio Barroso Caballero, alias ‘Latero’, Juan Díaz López, ‘Molondro’, Manuel Jurado Alcoba, ‘Choleja’, Andrés Barbero, Juan José Pérez Gutiérrez y Diego Gómez, conocido como el ‘Colo’. De Osuna, la partida pasó a Aguadulce y Estepa, donde fueron expulsados fácilmente. A partir de entonces, la partida de Fantoni fue perdiendo efectivos debido principalmente a la falta de recursos, al acoso de la Guardia Civil y las deserciones. Se decidió marchar a la serranía de Ronda con el fin de conectar con las partidas gaditanas, pero, finalmente, el coronel Jaquetot, después de doce horas de marcha batió el 13 de octubre en el pueblo de Setenil de las Bodegas (Cádiz) a la facción de Fantoni, causándoles diez muertos, algunos heridos y veinticinco prisioneros, y ocupándoles una bandera, diecinueve caballos, bastantes armas, municiones y otros efectos. Los republicanos nazarenos lograron escapar, y el 15 de octubre, se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Sevilla una circular del gobernador Eugenio Alau en la que se ordenaba a los alcaldes sevillanos “la captura de los individuos cuyos nombres se expresan a continuación; y caso de ser habidos serán remitidos a disposición del Señor Juez de primera instancia de Utrera, que los tiene reclamados por rebelión”. La circular incluía la nómina de los que se encontraban en busca y captura, y que eran los nazarenos antes referidos: Barroso Caballero, Díaz López, Barbero, Soltero Vázquez, Pérez Gutiérrez, Gómez, y nuestro biografiado. Finalmente, fueron capturados y, tras un periplo por diversos juzgados de la capital hispalense, quedaron en libertad en 1870.

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