La calle de la Melliza

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Hacia 1591, en el lugar donde se levanta actualmente la calle Melliza existía un pequeño olivar llamado ‘Almacenejo’, precisamente, por haber en aquel sitio un pequeño edificio donde se almacenaba la aceituna que allí se recolectaba. Cuando en las primeras décadas del siglo XVII se comenzó a urbanizar esta zona, la calle resultante tomó pronto el nombre del lugar: callejuela del Almacenejo.

Con este nombre aparecería en 1639 en un registro de escrituras de cobro del impuesto de las alcabalas de Dos-Hermanas. Sería bueno advertir, también, que ese peculiar topónimo lo encontramos en otros lugares de la entonces villa (como, por ejemplo, junto a la actual plaza de la Constitución), allá donde hubiera un pequeño almacén.

En cualquier caso, durante el resto del siglo XVII y todo el XVIII, era una calle sin apenas viviendas, a donde daban los postigos o puertas traseras de las casas de la calle del Canónigo. Una callejuela sin importancia donde sus pocos vecinos seguían siendo sencillos braceros que ganaban su sustento en las labores del campo.

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Tal situación cambiaría a lo largo del siglo XIX. Para 1819 existían algunos negocios que daban cierta vida o dinamismo a esta calle. Así, por ejemplo, Juan Doval tenía una tienda de comestibles y José Ruiz otra donde elaboraba y vendía jabón. En ese año contaba esta céntrica vía con veintidós casas, la mayoría de ellas cubiertas con ramajes y bayuncos.

¿Qué nombre tuvo? A lo largo de su ya dilatada Historia, la calle Melliza ha tenido numerosas denominaciones oficiales. El primer nombre del que se tiene constancia (principios del siglo XVII) es el de callejón del Almacenejo. Mantuvo ese nombre hasta que a partir de 1822 comienza a conocerse como ‘de la Melliza’, si bien oficialmente no pasará a tener tal denominación hasta diez años más tarde. ¿Por qué ese peculiar nombre? Pues por la simple razón de que en ella vivía una mujer apodada ‘la Melliza’ (un mote, dicho sea de paso, muy corriente en el pueblo). Según se decía, poseía en esta vía una posada y mantuvo una relación con el rico pelantrín José Madueño Acosta, alias ‘el Gallego’. Sin embargo, su identidad se desconoce por completo. Por esas fechas vivían en esta calle las siguientes mujeres: la viuda de Francisco Ruiz, María de Arquellada, María Díez e Isabel Moreno. Bien pudiera ser alguna de ellas. En 1892, el consistorio bautiza a esta vía con el nombre de Gómez Osuna, sin que se sepa a ciencia cierta quién fue ese personaje. Con este nombre llegó hasta 1897. En agosto de ese año es asesinado en el balneario de Santa Águeda el presidente del Consejo de Ministros Antonio Cánovas del Castillo, y el ayuntamiento decidió honrar su memoria dedicándole esta calle. Pero en 1931, al proclamarse la II República, esta vía cambia de denominación y pasa a llamarse Pi y Margall en honor de uno de los presidentes de la I República. En 1937, volvió a cambiar de nombre, tomando el de Francisco Díaz, hasta que en 1980 volvió a tomar el tradicional de Melliza. Y así ha continuado hasta nuestros días. Pero además de estos nombres oficiales, la calle tuvo otras denominaciones oficiosas. Por poner solo un ejemplo, a mediados del XIX los nazarenos la llamaban callejuela del Matadero Viejo, por haberse ubicado durante mucho tiempo en esa zona el antiguo matadero público de la villa.

Y por esas mismas fechas vivía en esta calle una mujer cuyo apodo, ‘la Melliza’, terminaría desbancando al nombre tradicional de la calle. A finales de ese mismo siglo, la calle Melliza estaba ya totalmente urbanizada y era una de las vías más transitadas de la población. En el padrón parroquial de 1892, contaba con cuarenta y dos vecinos y 164 almas. Pocos años antes, Manuel Andrada Alcocer, soldado herido en la III Guerra Carlista, había establecido en el n.º 15 de esta vía un estanco, el número 2, despachado, no obstante, por su primo Manuel Durán Alcocer. En él, curiosamente, se vendían los mejores cigarrillos habanos peninsulares de Dos-Hermanas.

Callejero Histórico: calle Melliza

A finales de esa centuria, todavía existían algunas casas con techumbre de bayuncos (llamadas chozas) en esta céntrica calle. En diciembre de 1877 una de esas chozas fue accidentalmente incendiada, abriéndose rápidamente por parte del juzgado municipal diligencias para esclarecer los hechos.

La calle estuvo hasta bien entrado el siglo XX, como la mayoría de las vías de la población, sin adoquinar ni pavimentar, por lo que se encontraba intransitable durante buena parte del año. Pero a diferencia de otras calles del pueblo ésta tuvo fortuna, pues las autoridades nazarenas intentaron en muchas ocasiones poner remedio a su situación. Así, por ejemplo, en abril de 1902 se procedió a la recogida de fango y arreglo de esta calle. Y en marzo de 1903, se volvería a arreglar, pagándose por ello 498,25 pesetas.

Vecinos destacados Varios han sido los vecinos ilustres que han residido en esta céntrica calle. Uno de ellos fue Francisco Aguilar Carrasco (1867-¿?), que a fines del siglo XIX residía en el n.º 15. Natural de Sevilla, trabajó en la fábrica de tejidos de yute a las órdenes de don Manuel Alpériz. Perteneció al partido integrista y llegó a ser concejal en los primeros años del siglo XX, destacando por su refinada oratoria. Otro destacado vecino fue Juan García Expósito, que vivió en el n.º 8. Aunque su oficio era el de hojalatero, fue el encargado del alumbrado público en tres períodos: 1876-1878, 1895-1899 y 1900-1903. Casó con Isabel Rodríguez Leal, con quien tuvo tres hijos (Antonio, Manuel e Hipólito). En el n.º 18 residió el famoso maestro de obras nazareno Juan López Tristán, personaje protagonista de innumerables anécdotas y que intervino en la construcción de numerosos edificios de Dos-Hermanas, entre ellos la chimenea de la fábrica de tejidos de yute y la casa-palacio de los Alpériz. El polifacético periodista Manuel Valera García (1873-1914) vivió a principios del siglo XX en el n.º 16, con su esposa doña Reposo Mensaque y sus hijos. Y, por último, en esta calle nació en julio de 1927 José Collantes de Terán Legallois de Grimarest, gran aficionado al flamenco y ganador, en 1976, del concurso de bulerías organizado en Jerez de la Frontera con motivo de las Fiestas de la Vendimia.

En aquel 1903, la entonces llamada calle Cánovas del Castillo se vio beneficiada por la llegada del alumbrado público eléctrico, lo que constituyó un verdadero hito en la Historia de esta vía. Sin embargo, sólo se colocaron farolas en el tramo comprendido entre las calles Santa María Magdalena y Lope de Vega, precisamente donde vivían los vecinos más importantes. ¿Casualidad?…

Por otra parte, en las primeras décadas del pasado siglo crecieron, y de qué manera, los negocios a lo largo de esta calle. Estaban las carpinterías de Eduardo Cruz Ordóñez y de Manuel García Doval en los números 19 y 21, respectivamente. Francisco Díaz López tenía una carbonería en su domicilio, mientras que en el n.º 18 estaba la herrería de Juan Quintano Peraza. Antonio León Fernández regentaba una taberna en 1913, mientras Manuel García Rodríguez, siguiendo los pasos de su padre, abrió una hojalatería en el n.º 8. Por último, en los números 1 y 7 tenían sus modestos talleres los zapateros Manuel Morales Avilés e Hipólito García Rodríguez.

Otro momento destacado en la vida de esta histórica vía, que no podemos pasar por alto, se vivió el 9 de julio de 1977, cuando don Salvador Andrade Holgado, cura coadjutor de la parroquia de Santa María Magdalena, bendijo la nueva casa de hermandad de la cofradía de la Entrada en Jerusalén, la popular Borriquita, situada en el n.º 12.

Hoy en día es esta calle Melliza una tranquila y apacible vía del centro de la población, que conserva en parte el sabor añejo de tiempos pasados.

Callejero Histórico: calle Melliza

La callejuela Domingo Savio

Casi de tapadillo, desapercibida, se encuentra la calle Domingo Savio, de dimensiones muy reducidas, sin salida y especialmente vinculada, por razones obvias, a la calle Melliza. Su origen es incierto, pues no se sabe si en un primer momento fue una callejuela que conectaba Canónigo con Melliza o si fue una casa, derribada exprofeso para que sirviera de callejón.
Lo cierto es que la primera referencia la encontramos en el plano de la calle Melliza realizado por Alfonso Álvarez Benavides en 1902. Entonces era conocida como callejón de Ponce, dando a él los postigos de tres casas.

En fecha indeterminada se decide bautizarlo con el nombre de Domingo Savio en honor al alumno de San Juan Bosco, canonizado en junio de 1954. Existe en este callejón, a la derecha de su entrada y junto a un solar, un pequeño edificio de dos plantas que llama la atención por su remate curvilíneo. Debió ser construido en la década de los años 30 del pasado siglo y utilizado como almacén. Es hoy una de las pocas muestras de la arquitectura popular nazarena.

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