Manuel Pérez Muñoz se presentó el pasado lunes en el teatro, “tal como soy, vestido de niño y con el corazón repleto de inocencia” para pronunciar su Pregón de Reyes Magos, “algo tan difícil que ni los libros pueden explicar”.
Su hija, Estrella, como la que guió a los Reyes Magos, fue la encargada de presentar al “rey de mi casa”, usando para ello los tres regalos que los Magos de Oriente llevaron al Niño Jesús. El oro que, en el caso de Manuel, es su amor; el incienso de de su fe y sus profundas creencias; y la mirra de su arte, como pintor de las carrozas de la cabalgata. Estrella, además de hacer una semblanza por la vida del pregonero, quiso darle las gracias por haberla elegido para “ser su estrella de la ilusión en ese día”.
Los primeros pasos de su pregón, marcado por la ilusión y la inocencia, fueron para presentar a los personajes de la cabalgata, “tal y como yo os veo”. Melchor, “un buen gobernante”, que representa a los hombres grandes convertidos en niño, los ancianos, para los que le pidió que “no deje que se sientan nunca solos”. Gaspar es para el pregonero el rey de la sabiduría, la persona “encargada de llenar las bolsas de justicia y de lograr que los pueblos se entiendan”. Mientras que Baltasar es el rey joven que tiene como cometido mostrar al mundo que “todos somos iguales, sin distinción de raza”.
Viaje a la infancia
Manuel se retrocedió a su infancia, en una de las partes más emotivas de su disertación, para recordar aquellas cartas escritas a los Reyes Magos y que nunca eran complacidas debido a la escasez de recursos de la época, por lo que “nunca pude mostrar el juguete que pedía y me volvía a casa triste porque los míos no estaban a la altura de los del resto de niños”. Una situación, reconoció, que “si dura fue para mí, más lo fue para mis padres”.
Pero el tiempo pasó y en su juventud se dedicó a “montar los tronos” de aquellos, contaba, “que no respondían mis cartas”, como voluntario de la cabalgata, recordando tiempos pasados y de métodos más rudimentarios para conseguir “columnas de palacios o cielos estrellados”. Pero en su etapa adulta, los Reyes Magos siempre han estado muy presente en su vida, sobre todo en los últimos años, tras ejercer de Melchor para el cartel de la cabalgata de 2016 o tras haber sido designado para su anunciación, por lo que “la deuda está saldada”.
Pero la parte más tierna del pregón llegó al final, cuando Papelito, un ratón que ya pasará a la historia de los pregones de Reyes Magos, hizo su aparición en su pregón, tanto en un cofre, que siempre acompañó al pregonero en el escenario, como en sus palabras. Este ratoncillo de la nave de la cabalgata o el Castillo del Arroz, como la llamó en su pregón, vuelve cada año con otros dos amigos, Inocencia e Ilusión, para enseñar el interior de su reino, en el que no faltan los ejércitos de soldados azules, las costureras de la reina o las enfermeras, “que lo mismo están para un roto que un descocido”.
Uno de los aplausos más sentidos fue para las palabras que Manuel dedicó a Sor Presentación, fallecida recientemente, a la que presentó como el cuarto Rey Mago, “siempre junto a los pobres, con su libro, su lápiz y su canción”.
El pregón, muy bien contado, casi susurrado, como los cuentos de Navidad, culminó con la lectura que el ratoncillo Papelito le dejó al pregonero, en el que le explicaba que los Reyes Magos guardaban todas sus cartas de niños en un halcón y cuando un juguete no le gustaba “le dejaban una estrella en su vida o los ratoncillos Inocencia e Ilusión, como regalos de Dios”. Animando a todo el mundo a buscar “a nuestro Papelito”, como símbolo de la creencia en los Reyes Magos, porque Papelito, apuntó, “eres tú”.