El creador detrás del creador

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Película el Editor de LibrosEl EDITOR DE LIBROS

Hay ocasiones en las que uno puede sentir un gran interés por una película por su reparto (Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pearce… suelen ser sinónimos de buenas interpretaciones), o por lo que se cuenta (en este caso, tratando el mundo de la creación literaria, que también me toca de cerca). Aunque muchas veces, por uno u otro motivo, las expectativas no se ven cumplidas. Este es uno de esos casos.

{xtypo_rounded3}Reino Unido-Estados Unidos, 2016 (104′)
Título original: Genius.
Dirección: Michael Grandage.
Producción: James Bierman, Michael Grandage, John Logan.
Guión: John Logan, basado en el libro de A. Scott Berg.
Fotografía: Ben Davis.
Música: Adam Cork.
Montaje: Chris Dickens.
Intérpretes: Colin Firth (Max Perkins), Jude Law (Thomas Wolfe), Nicole Kidman (Aline Bernstein), Laura Linney (Louise Perkins), Guy Pearce (F. Scott Fitzgerald), Vanessa Kirby (Zelda Fitzgerald), Gillian Hanna (Julia Wolfe), Angela Ashton (Bertha Perkins), Eve Bracken (Zippy Perkins).{/xtypo_rounded3}

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El editor de libros (título absurdo que cambia el foco del protagonismo presente en el original) supone el debut en el cine del director teatral Michael Grandage, que, como otras tantas ocasiones en las que directores teatrales británicos han pasado al cine, se dejan influenciar demasiado por su medio de cabecera, por los clichés y elementos mil veces utilizados en el cine británico de este tipo.

Se nos cuenta aquí la historia de Max Perkins, editor de las grandes obras de autores como F. Scott Fitzgerald o Hemingway, y de cómo llegó a sus manos el ingente manuscrito de la primera obra de Thomas Wolfe, rechazado por el resto de editoriales. Él fue el único en ver el talento detrás de aquella obra inmensa. A pesar de los diferentes caracteres, de las muy diversas personalidades, ahí comenzó una amistad entre ambos que perduraría hasta el final.

La cinta está construida a base de clichés y lugares comunes. A pesar de estar basada en hechos reales, los personajes mostrados, las situaciones recreadas, se han visto mil veces. No hay sorpresas. El tono tan estrictamente académico utilizado lastra una historia que debería ser fascinante, la de pulir una obra para mejorarla, la de saber quitar la paja sobrante para sacar la joya oculta, la relación entre dos personas tan opuestas. En el terreno interpretativo, un Colin Firth que no se quita el sombrero hasta los último diez segundos de película sobresale con una interpretación que se asemeja a otros papeles anteriores suyos; en el lado opuesto, Jude Law, pasado de rosca, histriónico y exagerado hasta la extenuación.

Es tan pulcra, tan clásica, tan académica, que llega a resultar aburrida.

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