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2006. Conchita Ramírez cuenta en un libro su vida, marcada por la Guerra Civil y los nazis

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2006. Conchita Ramírez cuenta en un libro su vida, marcada por  la Guerra Civil y los nazisLa Ana Frank sevillana, en Dos Hermanas desde 1979, publica su diario, en el que recuerda a su maestro, Antonio Machado

Dos Hermanas fue el lugar elegido en 1979 por Gabriel Torralba y Conchita Ramírez para disfrutar de un merecido retiro. Él, superviviente de Auschwitz, el más atroz de los campos de exterminio nazis. Ella, una sevillana perseguida por las guerras: con 15 años salió de España huyendo de las bombas y llegó a Francia, donde también tuvo que refugiarse de otras bombas: las de los alemanes. Para colmo, para ganarse la vida tuvo que trabajar, de limpiadora, en un hospital donde atendían a heridos de guerra alemanes, pilotos que se ufanaban de haber bombardeado España. Es decir: tuvo que lavarles la ropa a los que habían destruido su vida y la de su familia. Los alemanes le cogieron cariño. La llamaban ‘Pasionaria’, por su condición de exiliada, española y rebelde.

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Tras cuarenta años de exilio, el matrimonio volvió a su añorada España. Entre nosotros han vivido todos estos años sin que conozcamos su terrible drama. Sin embargo, Conchita se ha encargado de que nada se olvide. Consigo llevó siempre un cuaderno de tapas brillantes que hoy nos enseña: su diario. Entre cascotes de bombardeos, escondida en coches en los que huía en la oscuridad de la noche, entre mutilados por el fuego del combate… nunca dejó de escribir lo que sentía y veía a su alrededor. Hoy se decide a publicar, con la ayuda de AGEMHA (Asociación Guerra-Exilio y Memoria Histórica de Andalucía) la transcripción de aquellas íntimas confidencias. Diario de una niña exiliada (1939-1947) es un sobrecogedor testimonio de su vida y la de tantos españoles víctimas del exilio. “Quiero que nunca se olvide lo que nos pasó”, nos cuenta hoy, a sus 82 años, con una extraordinaria clarividencia. Abrimos por una página y leemos: “El domingo fui al cine con mis padres, un guardia surgió de la oscuridad, se acercó a mi padre y le dijo algo sin duda muy grave (…) Habían asesinado a oficiales de izquierdas… mi papá estaba en las listas… Yo pensaba: es ahora cuando van a matarle”.

2006. Conchita Ramírez cuenta en un libro su vida, marcada por  la Guerra Civil y los nazis

En el libro no sólo se descubre el drama de su padre, Ángel Ramírez Rull, oficial del Cuerpo de Seguridad de la República. Entre los horrores de la guerra se solapan otras historias: el origen bastardo de su padre y el intento de su aristócrata familia por ocultarlo, la insólita secuencia de amor entre Conchita y Gabriel (Gaby, como ella llamaba a su marido, fallecido en 1989) o el recuerdo a quien fue su profesor en 1935.

La última alumna viva de Antonio Machado
Conchita Ramírez es la última persona viva que conoció al poeta Antonio Machado. Fue su profesor de francés en el Instituto Calderón de la Barca, en Madrid. “Era muy buena persona”, recuerda. “No era un profesor normal, le gustaba dialogar con nosotros”. Paradojas del destino: profesor y alumna tomarían el mismo camino del exilio en 1939. Machado murió en Colliure un mes después de pisar suelo francés. El de su alumna, tras estancias temporales en Madrid (donde estaba destinado su padre), Valencia y Barcelona, tuvo parada final en Burdeos, donde vivió 40 largos años soñando con regresar alguna vez a Sevilla.

En la frontera con Francia, un 1 de febrero de 1939 metieron a Conchita en un camión junto a sus cuatro hermanos (otra hermana se quedó en Sevilla) y su madre, Concepción Naranjo. El padre se quedó en la guerra. Nadie les decía adónde les llevaban. Llegaron a Maynal, cerca de Lyon, donde la bañaron en azufre, y el cura, en la iglesia, separaba a los niños españoles del resto con una humillante cuerda. Gracias a un anuncio en la prensa, pudieron reunirse con su padre en Burdeos.

A punto estuvieron de embarcar a Méjico o Chile, pero llegaron tarde. En Chambery (Burdeos) les dio cobijo un matrimonio de exiliados españoles con cuatro hijos. Uno de ellos era Gabriel, de quien Conchita (siete años menor) se enamoró locamente (¡también Cupido trabaja en tiempos de guerra!). Él, que tenía novia en España, y desconociendo el amor de Conchita, fue detenido por sus ideas políticas y recluido en 1942 en varios campos de concentración: el último, Auschwitz. De allí salió muy traumatizado, pero ¡vivo! Un hombretón de 80 kilos regresaba con solo 40. Aunque hablaba poco del tema, a Gabriel se le ensombrecía la mirada al contar que, por robar cáscaras de patatas para comer, los nazis los castigaban metiéndolos en una estrecha jaula de metal donde debían dormir de pie.

Ella, mientras tanto, no perdía la esperanza de volver a verle. Supo esquivar a pretendientes de varias nacionalidades a los que fascinaba con su belleza y carácter: un ruso, un prusiano, un alemán, un español. Sabía que su amor secreto estaba vivo gracias a las cartas que él enviaba a su madre. Conchita (que aprendió alemán en el hospital donde trabajaba) se ofrecía a traducirlas y así estaba al corriente de la vida de Gaby. Tras el hospital trabajó en Correos y fabricando collerones para caballos. Por fin, un 8 de marzo de 1945 bailó en las calles de Burdeos celebrando la rendición de Alemania. En 1946 se casó con Gabriel y tuvieron dos hijos. Pero el regreso a España, que creían inminente, se demoró varias décadas. Franco murió en la cama, en 1975. Cuatro años después regresaron, aunque dejaron a uno de sus hijos en Francia. Construyeron una casa en La Motilla, donde Gabriel vivió “los diez años más felices de su vida, ya hasta hablaba como los nazarenos”, recuerda Conchita. Ahora le espera una intensa agenda. Gracias al libro, la llaman de distintos lugares para dar charlas y conferencias.

La llamaban Pasionaria
No fue fácil ganarse la vida en la Francia ocupada por los nazis. Conchita pasó mucho frío trabajó en la vendimia, y no paraba de llorar mientras fregaba suelos en un hospital militar tomado por los alemanes. Allí tuvo que trabajar para los mismos que habían bombardeado España. Los alemanes la llamaban ‘Pasionaria’ por su condición de exiliada.

“Ya te he visto, Macarena, puedo morir tranquilo”
El padre de Conchita (Ángel Ramírez Rull, en la foto) pasó grandes penalidades para sacar adelante a su familia en el exilio francés. Soñaba con regresar a España para siempre, pero su pasado republicano le cerraba la posibilidad de un salvoconducto. Pero antes de morir estuvo en Sevilla. Aunque no era católico, amaba la Semana Santa y al Gran Poder. Una madrugada, al ver pasar la Macarena, se quitó el sombrero y dijo: “Ya te he visto, señora. Ya me puedo morir tranquilo”. Su cuerpo descansa en Francia.

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