Vida que llama

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Juan 10, 11-18NUNCA SE OYE mejor la llamada de la vida que cuando nos es arrebatada. 700 personas muertas en la guerra del Mediterráneo son un grito ensordecedor a que nos dejemos afrontar por la Vida. 700 personas que se suman a otras muchas, por huir de la pobreza y de la guerra. Personas con ilusiones y sentimientos parecidos a los nuestros que llaman a nuestra conciencia cristiana.

Si sólo escuchamos la voz de lo que nos conviene, siempre viviremos inquietos e inseguros; nunca sabemos a ciencia cierta la vida que en verdad nos conviene. Escuchando la voz de la Vida y respondiendo a lo que nos pide comenzamos a vivir en la serenidad del amor. Nunca vivimos con mayor seguridad y humildad que cuando nos sabemos llamados por la Vida y respondemos a lo que nos pide.

Tener la íntima seguridad de estar donde debo estar, con quien quiero estar, haciendo lo que debo hacer, nos ofrece una serenidad que llena de esperanza. Esa seguridad íntima no procede de hacer mi capricho, o mi voluntad individual; sino de ir realizando a lo que la Vida me llama.
Jesucristo es la Vida. Él mismo nos lo dijo. Jesucristo nos da la Vida, como el buen pastor que da la vida por sus ovejas. Las más de las veces acompasando su tiempo al nuestro. Otras enseñándonos, con su testimonio, a afrontar todo lo que pone en peligro la vida de los nuestros, de los débiles.

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Jesucristo nos entrega su Vida; una Vida que defendió a los más débiles, a los que no se le reconocía ni sus derechos a vivir. La indiferencia ante la muerte del débil, del inocente, sobre todo si es extranjero, no es digna de los cristianos.

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