水清无鱼

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(Juan 1,6-28) En la frontera china de la ruta de la seda, en la provincia de Xi Yu, en el tiempo de la dinastía Han, a Ban Chao, un funcionario famoso por su diplomacia, le llegaba la hora de la jubilación. Le sustituyó el joven Ren Shang.

Haciendo gala de humildad y sabiduría, fue a pedirle consejo al viejo diplomático. Paseando por el embarcadero del río, Ban Chao le dio un solo consejo: “Estas tierras fronterizas, lejos del rey y la cultura de la ciudad, son abruptas y primitivas. Si quiere evitar problemas grandes, no sea demasiado estricto con las pequeñas infracciones que puedan cometerse en el territorio encomendado. La severidad le privará de los amigos que podrían avisarte de los peligros serios. Mire aquí el agua, como es poco profunda y clara no hay peces grandes (shui qing wu yu). En la vida lo mismo. Si eres demasiado estricto en lo pequeño, no podrás percatarte de los asuntos importantes”.

Ren Shang volvió a su casa un poco decepcionado. Aquel consejo no le pareció ni adecuado ni digno de un sabio. Pero su actuación trajo graves problemas militares a la región.

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En nuestra vida lo mismo. No debemos obsesionarnos con las imperfecciones pequeñas que a veces tenemos que sobrellevar. Eso quizás nos impedirá descubrir el “pez gordo” que es el amor de Dios en nuestra vida. Seamos comprensivos, con nosotros y los demás, en lo pequeño; y démosle importancia a lo importante tanto malo como bueno; a lo malo, que nos deshumaniza, para erradicarlo; al amor de Dios, para corresponderlo con nuestro amor.

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