Ciencia vs. Espíritu

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Película Orígenes

ORÍGENES

Después de deslumbrar con su debut en el largo de ficción con aquella magnífica película que fue Otra tierra, coescrita con la actriz Brit Marling (que, por cierto, también trabaja aquí), Mike Cahill nos plantea en su nueva creación una historia tejida con mimbres parecidos, pero que, a pesar de la fuerza de sus componentes, y de lo aprendido por el camino, no llega a los niveles de la anterior, quizás porque embarulla un poco el tramo inicial, haciendo que el espectador tarde en entrar al juego que le plantea esta Orígenes (que en su título original tiene el juego de palabras de ‘I’ y ‘eye’, que se pierde en la versión española), que fue premiada en Sundance y en Sitges.

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{xtypo_code}Estados Unidos, 2014 (106′)
Título original:  I Origins.
Escrita y dirigida: Mike Cahill.
Producción: Mike Cahill, Hunter Gray, Alex Orlovsky.
Fotografía: Markus Förderer.
Música: Will Bates, Phil Mossman.
Montaje: Mike Cahill.
Intérpretes: Michael Pitt (Ian), Brit Marling (Karen), Astrid Bèrges-Frisbey (Sofi), Steven Keun (Jenny), Cara Seymour (Dra. Simmons), Archie Panjabi (Priya Varma), Kashish (Salomina). {/xtypo_code}

Y es que de ojos va el tema (al menos, en principio). La trama nos presenta al doctor en biología molecular Ian Gray, que está investigando la evolución del ojo humano junto a Karen, una becaria bastante aplicada, cuando surge la idea de crear un ojo de la nada. Entonces, aparece en la vida de Ian Sofi, una joven de iris multicolor que pone su mundo patas arriba. Con el paso del tiempo y el desarrollo de sus estudios, Ian y Karen se encontrarán con un hecho que se opone frontalmente a todo lo que creían establecido, y Ian se embarcará en un viaje por medio mundo para tratar de encontrar respuestas y validar o refutar su teoría.

Estamos ante una película de ciencia ficción sin efectos especiales (como Coherence, de la que hablamos no hace demasiado), que únicamente patina ligeramente en su parte inicial, con toda esa palabrería y jerga técnica de laboratorio que demuestra, que los personajes se dedican a lo que dicen que se dedican, pero que hace difícil seguir sus pasos en la investigación. Después, la cinta evoluciona hacia una ‘lucha’ (el eterno enfrentamiento) entre ciencia y espiritualidad (por un momento parece que la religión va a hacer acto de presencia, pero finalmente no es así), entre evolucionistas y creacionistas. Las ideas de Ian chocan con las de Sofi, y logran que el espectador piense. Incluso el más cerrado de los científicos, se plantea el temido ¿y si?.

Cahill mantiene un buen ritmo durante toda la película, incluso utilizando algún que otro macguffin (el del número once que se cruza indiscriminadamente en su camino) y sigue demostrando que es un director al que hay que seguir porque puede depararnos gratas sorpresas en el futuro. Lo mismo ocurre con la española Astrid Bergès-Frisbey, que parece estar asentando su base en el cine de Hollywood.

 

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