Dramón de cartón-piedra

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Película Serena

SERENA

Debo reconocer que Bradley Cooper nunca me ha parecido el gran actor que muchos dicen que es. Pero también que es capaz de atraer al público a las salas y que sabe elegir sus proyectos para, al menos, tener éxitos de taquilla. En Jennifer Lawrence, en cambio, sí veo altas dosis de talento en su trabajo; y si le hubiesen dado el Oscar en su primera nominación (Winter’s bone) nadie se hubiese extrañado. Ambos se reúnen para trabajar juntos por tercera vez en esta Serena, película que supone el debut en el cine de Hollywood de la directora danesa Susanne Bier (tras ganar un Oscar y con una nominación más a sus espaldas).

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{xtypo_code}Estados Unidos, 2014 (109′)
Dirección: Susanne Bier.
Producción: Ben Cosgrove, Mark Cuban, Paula Mae Schwartz, Steve Schwartz, Todd Wagner, Nick Weschler.
Guión:  Christopher Kyle, basado en la novela de Ron Rash.  
Fotografía: Morten Søborg.
Música: Johan Söderqvist.
Montaje: Matthew Newman, Simon Webb.
Intérpretes: Jennifer Lawrence (Serena Pemberton), Bradley Cooper (George Pemberton), Toby Jones (Sheriff McDowell), Rhys Ifans (Galloway), Sean Harris (Campbell), Sam Reid (Vaughn), Charity Wakefield (Agatha), Ana Ularu (Rachel), Blake Rirson (Lowenstein), David Dencik (Buchanan). {/xtypo_code}

Y claro, cuando uno ve a Cooper, a Lawrence y a Bier, puede llegar a intuir cierto interés en la película en cuestión. A pesar de que el tráiler ya dejaba ver que estábamos ante una mala obra, hay trailers engañosos, y siempre queda la duda. Pero lamentablemente no es el caso. La mala impresión se traduce en una película mala a más no poder.

Es difícil señalar qué es lo que falla, porque falla todo. La historia está narrada de modo tal que parece un culebrón, con demasiada intensidad (pretendida e impostada); el montaje parece, en muchos momentos, hecho deprisa y corriendo, insertando planos que poco o nada aportan y que parecen de relleno; las interpretaciones (exceptuando un par de momentos, contados) resultan forzadas, dando la impresión de que no saben lo que están haciendo; y lo mismo le pasa a la dirección, y por ende a la película, que no sabe a dónde va.

Ese es el gran lastre. Uno de los dos básicos. Que la historia de este amor dramático, los problemas de este matrimonio joven, con la situación de la crisis de finales de los años 20 del pasado siglo, no sólo no se la cree nadie (por lo forzado, por lo improbable, por lo impostado; toda la película está repleta de sentimientos de cartón-piedra, cuya falsedad se ve desde lejos); sino, lo que es aún peor, que a nadie le importa lo más mínimo. Ni siquiera a los protagonistas, ni siquiera a la directora. Resulta tan forzada que roza el ridículo. Es una película sosa, aburrida, tediosa, de esas que estás deseando que se acabe desde el minuto siguiente al que haya empezado.

 

 

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