Una fe que merece la pena

0
- Publicidad -

(Juan 2, 13-22) Llevamos demasiado tiempo viviendo un cristianismo vergonzante y acomplejado, como si tuviéramos que hacernos perdonar el hecho de tener fe, y de ser cristianos. Y así no vamos a ninguna parte.

Mientras tengamos esa vivencia de la fe apocada y entristecida, aunque nos propongamos evangelizar, será  imposible. Nadie da lo que no tiene. Si no tenemos la alegría del evangelio, no la podemos dar. Una de las causas más importantes del éxito de la primera evangelización fue que, mientras los paganos habían perdido la confianza en su enjambre de dioses y su laberinto de mitos, el cristianismo aparecía a los ojos de todos como una fe que merece la pena vivir, porque es también una fe por la que merece la pena morir. Ese fue el testimonio de las comunidades cristianas y el testimonio apostólico que funda nuestra fe.

Hemos de pedir que salga de nosotros ese «demonio mudo» y permitirnos recuperar aquel atrevimiento de los primeros testigos del resucitado que les permitía decir sin arrogancia, pero con la mayor naturalidad, de lo que habían visto y oído. Ni nuestros pecados ni los pecados de la iglesia debe frenarnos a la hora de anunciar con nuestra vida, con nuestros gestos y con nuestras palabras que vivir en comunión con Jesucristo es la vida verdadera.

- Publicidad -

El mayor problema de la Iglesia es que muchos bautizados han convertido su fe en religión, y han sustituido la experiencia del encuentro con Cristo por unos ritos y costumbres que no son dañinos, pero que no son fuente de evangelio, ni de evangelización. Ni tú ni yo somos uno de ellos, ¿verdad?

 

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!