Otra comedia involuntaria

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Película Pompeya

POMPEYA

Reconozco que me he divertido y que me he reído como hacía tiempo que no me reía viendo Pompeya, esta especie de mezcla entre el peplum de los años cincuenta, el cine de romanos de toda la vida, para que nos entendamos, y las películas de catástrofes que tanto se llevan desde hace unos años en las que el director aprovecha para destruir toda una ciudad, matar a mogollón de gente y quedarse tan tranquilo, aderezado con una historia de amores imposibles. Me he divertido, decía, y como estaba solo en la sala he aprovechado para reírme sin cortarme un pelo. El problema es que no es una comedia y en ningún momento pretende serlo, ni siquiera por un instante. Y claro, ahí es cuando todo se hunde.

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{xtypo_code}Canadá-Alemania, 2014 (105′)
Título original: Pompeii.
Dirección: Paul W.S. Anderson.
Producción:  Paul W.S. Anderson, Jeremy Bolt, Don Carmody, Robert Kulzer, Martin Moszkowicz.
Guión:  Janet Scott Batchler, Lee Batchler, Michael Robert Johnson.
Fotografía: Glen MacPherson.
Música: Clinton Shorter.
Montaje: Michele Conroy.
Intérpretes: Kit Harington (Milo), Carrie-Ann Moss (Aurelia), Emily Browning (Cassia), Adewale Akinnuoye-Agbaje (Atticus), Jessica Lucas (Ariadne), Jared Harris (Severus), Joe Pingue (Graecus), Kiefer Sutherland (Corvus), Currie Graham (Bellator), Sasha Roiz (Proculus). {/xtypo_code}

La historia que nos cuenta es la de Milo, quien siendo aún un niño presencia cómo las tropas del Imperio Romano comandadas por Corvus masacran a todos los suyos y es capturado y vendido como esclavo. Ya convertido en adulto, obligado a luchar como gladiador, será trasladado a Pompeya, donde conocerá a Cassia, la bella hija de un comerciante local, que está haciendo negocios con un senador romano corrupto, que no es otro que Corvus, quien usa su poder para comprometerse con la chica. Milo está decidido a vengarse, cuando el Vesubio entra en erupción y tiene que luchar por salvar a su amada mientras toda la ciudad se viene abajo.

Paul W.S. Anderson, director de cuatro de las seis Resident Evil, está detrás de esta cinta que recuerda en muchos momentos a Gladiator (en líneas generales, la historia es parecida). Lo cierto es que no hay nada original en esta propuesta, más bien al contrario; todo suena a ya visto, y a ratos a impostado, a falso. Muchos momentos son risibles (¿quién se cree que quince años después, cuando el niño ya es un joven veinteañero, ni Kiefer Sutherland ni Sasha Roiz (los malos malísimos de la historia), hayan visto aparecer una sola arruga en sus rostros?) y muchas de las situaciones incomprensibles (¿por qué los romanos vuelven al teatro cuando ya todo está hundiéndose?, ¿por qué de repente las calles aparecen vacías, sin cadáveres, sin escombros, libres para la persecución, para la huida, cuando hasta unos minutos antes era imposible dar un solo paso?).

La excusa del terrible acontecimiento es eso, una simple excusa. La idea es más hacer una cinta de peleas (en este caso luchas de gladiadores) y de desastres; lo que se busca es destrozar por destrozar, en una media hora final que termina por cansar por lo reiterativo. Lo cierto es que el rigor histórico es menor que la imaginación de los guionistas, y los intérpretes no saben cómo meterle mano a la cosa. Kiefer Sutherland es el que peor lo lleva (aunque no es el único) y está perdidísimo en una película que entretiene y hace reír, pero claro, si no es ese su objetivo…

 

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