Experiencia

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La mujer siempre ha jugado un gran papel en la Historia. Tan grande, que en muchas ocasiones ha cambiado el curso de la misma. Sería intensiva la enumeración de las veces que esto ha ocurrido.

En la Historia del cristianismo emociona, a mi al menos me impresiona, como mujeres de toda clase social, unas veces de familias económicamente influyentes, otras sencillas, a veces casadas con hombres dedicados a las más diversas profesiones; fueron las que, habitualmente, sembraron en el hogar o entre sus semejantes la semilla cristiana. Unas tuvieron logros positivos, otras pagaron con su vida la vinculación a las creencias proscritas en el Imperio Romano por aquellos siglos.

Costumbres que enseguida chocaron con lo que entonces era habitual en la vida matrimonial e hizo ir contracorriente. La poca influencia de la mujer en las decisiones, la frecuencia de los divorcios, la poca natalidad, que llamó la atención en los políticos de aquel entonces, agravada por la frecuencia de abortos. Naturalmente la influencia de la mujer cristiana cambió el rumbo del matrimonio y muchas veces a costa de su vida.

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Hoy día, lo creamos o no, la vida se ha ido paganizando y el matrimonio, su concepción y comportamientos precisan, en muchos casos, una revisión.

El Papa Francisco ya dio un toque de atención días pasados en Roma. El matrimonio es un ideal alto, porque es exigente. Tan exigente y comprometido como la vida misma. Pero es atractivo y es exigencia para los que no quieren que el matrimonio sea una prueba de “veremos cómo nos va” y que el divorcio exprés diluya un compromiso que muchas veces fue un capricho inconsciente.

Hay una ausencia de la idea del compromiso y el casarse no es una broma, como no lo es la fidelidad, la indisolubilidad y el estar abiertos a la vida. Con estas características, si falta madurez habrá que esperar a adquirirla para dar este paso trascendente que es el matrimonio.

Pero si el “progreso” consiste en la falta de compromiso, el fundar una familia carece de una base sólida y la inestabilidad está casi garantizada. Vendrán familias desarraigadas en las que los hijos serán los que lo paguen con bajo rendimiento escolar e inmadurez al ser criado en la inseguridad.

La mujer, como casi siempre, tendrá mucho que decir en la nave en que todo matrimonio navega y exige un timonel para ser baluarte no se pliegue a la moda del “ pruebe, cambie y…decida.

 

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