Le dijo el abuelo al nieto…

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(Mateo 5, 17-36) – ABUELO, el Evangelio de esta semana no es como los demás; otros días me has contado cómo Jesús quiere nuestra felicidad, que seamos buenos, que nos queramos mucho, que confiemos mucho en Dios Padre y en Él… Otras veces hemos leído cómo Jesús curaba a muchos enfermos y quienes lo veían se sentían muy alegres. Pero esta semana dice cosas difíciles.
– No, hijo, no. No es el Evangelio el que es difícil; es la vida la que en un momento u otro se nos pone difícil. Ahora tu vida es más o menos fácil, pero llegarán momentos en los que no sea así. Hay personas a las que la vida se les pone muy cuesta arriba. En plena juventud muchos matrimonios tienen que afrontar una enfermedad grave, dura, difícil. Y si no son capaces de pasar esa prueba se hundirán totalmente… Hay algunos padres que tienen niños que nacen con una discapacidad. Y mientras ellos son jóvenes no hay problema que no afronten; pero cuando llegan a viejos y su hijo sigue malito se les hace imprescindible confiar mucho en Dios, porque piensan qué va a ser de su hijo en un futuro. Hay personas que de jóvenes eran buenas y tenían buenos ideales, pero en un momento cedieron a la tentación de aprovecharse de las circunstancias, se corrompieron –aunque todo fuera muy legal…-, y ahora les da vergüenza de mirarse al espejo… No es el Evangelio el que es duro, no. Es la vida la que necesita, a veces, mucha fortaleza para vivirla con serenidad en el corazón y con bondad en las manos…

– Abuelo, no te he entendido casi nada…

– No te apures, hijo. Tú intenta ser bueno siempre, siempre; y ten en cuenta, siempre, que nosotros y el Señor te queremos mucho.

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