Atentados

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(Lucas 2, 42-52) EL DOMINGO siguiente a la Navidad, la Iglesia nos propone a todos los cristianos que meditemos sobre la Sagrada Familia de Nazaret. Es un momento bueno para que des las gracias por la familia que tienes; a las personas que componen tu familia; también para reflexionar sobre cómo puedes tú alentar una verdadera comunión en el bien dentro de tu propia familia.

Pero, por desgracia, vivimos en estos momentos atentados tan grandes a las familias que no podemos quedarnos en una reflexión personalista. Las familias están viviendo situaciones tan difíciles que sería poco humano y poco cristiano dejar de denunciarlas.

Naturalmente que la carencia del padre o de la madre para un niño, causada por la decisión individualista de sus progenitores, es un atentado a sus derechos como persona. Pero hoy hay atentados más generalizados y sangrantes. Las situaciones de desahucios que están viviendo decenas de miles de familias, algunas dramáticamente, porque se quedan en la calle, otras calladamente, porque son acogidos por familiares, es un atentado contra la familia. La situación de falta de empleo de centenares de miles de jóvenes parejas, que no pueden vivir adecuadamente la vocación a iniciar su proyecto de familia, al que Dios les llama, es un atentado contra la familia. La pérdida de empleo de muchos hombres y mujeres que, en su madurez, ven muy complicado volver a conseguir trabajo, es un atentado contra sus personas y contra su familia.

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Los que por acción u omisión hayamos colaborado con llegar a esta situación tenemos mucho que condolernos ante la Chabola de Belén, convertida en la vivienda precaria del Hijo de Dios.

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