Reforma electoral

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Hemos cerrado una fase de la historia económica de nuestro país definida por haber sido la de mayor crecimiento y estabilidad como jamás antes habíamos experimentamos. Pero estos cuatro últimos años, han estado caracterizados por la aparición de la mayor crisis económica de los tiempos modernos, en un mundo de economía globalizada, y que, en nuestro país, se ha caracterizado por una intensa destrucción de empleo, una caída sin precedentes de los ingresos  del Estado y, con mayor intensidad con el último gobierno de signo conservador, con una repercusión del coste de la crisis a las personas trabajadoras, las más desprotegidas, y el cuestionamiento de lo publico en su más amplia acepción: la sanidad, la educación, la justicia o la cultura.

Como contrapunto, tenemos la autocomplacencia que habitualmente se respira en el Congreso y el Senado roto únicamente en el minuto concreto de los plenos cuando conecta en directo los informativos de televisión. Esto, que en los actuales momentos de grave crisis económica podría entenderse como un acuerdo tácito entre los grupos parlamentarios para transmitir a los ciudadanos serenidad, es sencillamente la indolencia de un parlamentarismo inocuo por el vacío de contenido de sus señorías debido al modelo de las listas cerradas establecido en la democracia española; que por una parte establece la propiedad personal del escaño y, por otra de forma practica el voto pertenece a los partidos, siendo el jefe del grupo el que ordena lo que los parlamentarios deben votar. Por explicarlo de forma sencilla: es como si usted en su trabajo le dicen que no tiene que hacer ni pensar nada, solo pulsar el botón que se le indique. Esto debe ser enormemente frustrante si a usted le gusta su trabajo; ahora bien, si solo le gusta el estatus y el sueldo de su oficio debe de sentirse enormemente feliz como parece ser el caso de la mayoría de nuestros representantes políticos, según se desprende de sus sonrientes semblantes y el cordial ambiente que se respira en los hemiciclos.

De esto, no es culpable la democracia ni el parlamentarismo; es la ley electoral implantada. Pero claro, modificar el sistema electoral  supondría ceder poder a los ciudadanos y, me da que no…

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