Derechos y obligaciones

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Este encabezado tiene un amplio abanico de posibilidades, pero en esta ocasión me gustaría referirme a lo que afecta a nuestro encontorno más cercano; nuestras barriadas que son, ni más ni menos, una prolongación de nuestras casas, un lugar que entre todos debemos cuidar y mantener, un lugar del que sentirnos orgullosos ya que es nuestra tarjeta de presentación explicando sin palabras quién vive ahí.

Por lo que el siguiente paso es ser conscientes de cuáles son nuestros derechos y obligaciones para así no caer en el error de pensar que la limpieza es únicamente responsabilidad de los servicios municpales, sin darnos cuenta que cuando éstos llegan nosotros ya hemos ensuciado y que cuando se van, inmediatamente comenzamos a ensuciar, así que por lo tanto ya hemos disfrutado de nuestro derecho a un servicio público pero debemos pensar que apartir de ese momento comienza nuestra obligación, que es la de mantener esa limpieza pues “una ciudad limpia no es la que más se barre, si no la que menos se ensucia”.

¿Cómo? Muy sencillo, haciendo uso de las herramientas que nos han proporcionado a modo de contenedores selectivos de residuos sólidos urbanos en los que no hay excusa para mezclar y sí para disfrutar de los beneficios que aporta el reciclaje selectivo. También haciendo uso de las papeleras que nos encontramos en nuestro camino sin tener que desviar nuestra ruta en busca de un contenedor y creo que a nadie le cueste ningún trabajo (por poner un ejemplo) el seguir masticando chicle un rato más hasta llegar a una de esas papeleras, en lugar de tirarlo directamente al suelo con la posiblidad de que quien venga detrás lo pise, teniendo así ya chicle “pa rato” o dejando una mancha en el acerado que en ocasiones es para siempre.

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Pero sobre todo quisiera hacer incapié en el derecho que tenemos todos/as a poder pasear de una forma digna (con la cabeza alta y mirando al frente) en lugar de tener que ir mirando al suelo y esquivando alguna “caquita” que algunos irresponsables dueños/as de mascotas dejan, por desgracia, a merced de nuestra suerte (mala suerte si la pisas) o en esos lugares que se han convertido en auténticos santuarios de excrementos de perros, obligandonos a caminar por fuera de acerado, con el añadido riesgo de atropello, en lugar de utilizar una bolsita, de las que se suministran gratuitamente, y de camino no dejar en evidencia a una gran mayoría que sí son responsables y sin embargo se ven señalados por llevar sus mascotas.

Desde aquí quiero animar a cualquier persona que sea testigo de alguno de estos actos incívicos a reprochar esa conducta, por supuesto sin entrar en discusión y si no para ello están los agentes muncipales del orden quienes les explicarán de forma clara y concisa hasta dónde llegan sus derechos y dónde comienzan sus obligaciones.

 

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