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1852. Mata a puñaladas a su cuñado tras tomarse un gazpacho juntos en la Torre Doña María

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Al ser detenido José Ricardo, declaró que la riña con su compadre Diego de Pabero se produjo por tirarle éste un vaso de agua a la cara

Hasta cinco diarios nacionales (cuatro de Madrid: El Heraldo, El Clamor Público, La España, y La Época, además de El Genio de la Libertad, de Mallorca) se hacen eco hoy de una espeluznante historia ocurrida hace dos días en Dos Hermanas, y cuyos detalles narra el Diario de Sevilla. Se trata del combate a muerte ocurrido entre dos compadres acreditados de valientes y celosos de saber cual de los dos lo era más. La suerte ha querido que ambos sucumban antes de resolver la cuestión. He aquí los hechos.

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Diego de Pabero y José Ricardo, vecinos de nuestro pueblo, cuñados y compadres, llegaron el sábado a las dos de la tarde con sus carretas propias cargadas de leña a la cañada de la venta del Barranco; hicieron alto y se dirigieron los dos compadres a la era de la hacienda de doña María, situada en aquella cañada a poca distancia del camino; pidieron al aperador que con su gente aventaba la parva, el permiso de hacer un gazpacho en el sombrajo, lo cual les fue concedido; ambos compadres lo comieron con sosiego sin que se oyese la menor palabra que indicara alteración en su amistad.

Del silencio al combate
Terminado el gazpacho,  se pusieron en pie y principió un combate a muerte que duró pocos instantes; el Pabero cayó muerto con nueve puñaladas, y el Ricardo quedó vivo con seis heridas y abierto el vientre, de las cuales falleció a las 24 horas; conducido este a la cárcel de Dos Hermanas, declaró ante el juez de primera instancia de Alcalá de Guadaíra que él había sido el matador de su compadre, y que la riña tuvo efecto por un poco de agua que el otro le tiró a la cara después de comido el gazpacho. Pero algo nos indica que las verdaderas razones por las que ambos entraron en duelo nunca las sabremos.

He aquí una desgracia por completo; ambos eran hombres de valor acreditado y ninguno quería ceder al otro en el suyo: ambos vivían con descanso en la mediana de fortuna, con hijos, casa, carreta propia y buenos pegujares. El pueblo nazareno se halla afligido y consternado por estos insólitos hechos.

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