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    Japón

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    Las aguas se engulleron al Japón:
    cuatro perlas de Historia consagrada
    a ser su esencia misma, equilibrada
    en balanzas de auge y destrucción.

    Que allá donde es más rey el sol naciente
    reflejado en las sonrisas comedidas,
    la tierra siempre estuvo decidida
    a hacer sentir su pulso intermitente.

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    Mas la tierra, tan dura en su revés,
    no contaba que allá, sobre sus mares,
    aprendiendo de envites y avatares,
    se encontraba, orgulloso, el japonés.

    Un pueblo decidido a ungir de gracia
    desde el gesto más simple y ordinario,
    a la gesta que tiña el calendario,
    aunando disciplina, honor y audacia.  

    Ejemplo equilibrado del avance,
    supieron mantener a su pasado
    construyendo futuros a su lado,
    y haciendo positivos sus balances.

    Jamás dejó de ser pueblo guerrero:
    esgrimiendo katanas en sus manos,
    soportando el Uranio americano,
    o encajando al tsunami del banquero.

    Jamás dejó de ser pueblo guerrero:
    sin duda, su exquisita disciplina
    será otra vez la baza —la doctrina—
    que hará al Japón más fuerte y duradero.

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