Pasó el once de septiembre.
Comedia, telediario,
la muerte y el calendario
se volvieron uno solo,
y otra vez torre y avión
repartieron la ecuación
repitiendo el protocolo.
Me parece que fue ayer
cuando vimos derrumbarse
la torres, y agazaparse
la paz que, aún olvidada,
retando a amor e intelecto
recibía allí, en directo,
su más directa estocada.
Cuánta muerte desde entonces.
Y antes, cuánta…sin mesura;
despreciando la cordura;
aniquilando al hermano…
Y la historia se repite
aunque se evita, salpique
al mundo primermundano.
Este año, sin embargo,
un pastor -sin pastoreo-
por amor al famoseo
se nos puso a predicar
-cada loco con su tema-
traqueteando al sistema
con la quema del Corán.
Cuánto loco y cuánto miedo.
Dos terribles aliados
de tristes iluminados
que, en delirios de grandeza,
desprecian en fotogramas
a todo cuanto reclama
su propia naturaleza.