Adelanto

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    Jerusalén: prisión, palacio, altar…
    igual lleva entre palmas al Mesías
    que lo entrega a su suerte en pocos días
    a aquellos que aún lo tienen por llegar.

    Jesús de Nazaret, el carpintero,
    decía ser Mesías salvador
    y esgrimiendo un mensaje rompedor
    tiñó de Amor y sangre su sendero.

    Parecen repetirse las escenas
    de verlo con el zafio y el mendigo;
    proclamando el amor al enemigo;
    logrando seguidores por docenas.

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    Y ocurrió: aquel que entrara en la ciudad
    rodeado de palmas y de honores,
    no tarda en ser vendido por traidores
    bañando en plata ruin su mezquindad…

    Traición y amor: las aguas de un aljibe
    tan grande como triste —como cierto—;
    voraz por el futuro o el ancestro.
    Y así la rueda sigue, sigue, sigue…

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