El periodista y el obispo

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En relación a la desgracia de Haïti, hemos asistido en la última semana a la polémica surgida por la pregunta que un periodista hizo a un obispo sobre como se concilian la bondad de Dios y los males de este mundo. El periodista hizo una pregunta desde una perspectiva laica. El obispo respondió de una forma desafortunada. Teológica manera, según parece que comentara más tarde. Se olvidó, tal vez, de que la teología, si es algo, lo es de este mundo.

Los cristianos dicen: no se pidan cuentas a Dios. Los cristianos tienen delante esa maravilla que es el existir de la naturaleza, de la vida, del universo todo, su increíble complejidad, grandeza y sencillez y que todo eso fue entregado a humanos en libertad. Y todo era bueno. Los cristianos no piden justificaciones a Dios por los males de este mundo. Dios no tiene que justificarse de nada. Si de desgracias y males se trata, nadie tiene el programa de ese misterio en el que creen desde la experiencia de la Historia, programa de providencia y libertad.

El mal, los males nos atan a todos y es difícil desligarse de ellos. No pueden ser más que de aquí. Un error inadvertido puede ocasionar un desastre, un accidente por ejemplo. Una dejadez, una morosidad, una construcción defectuosa, una medicina equivocada. Parece que no pueden convivir, sin una cuota de males, libertad y perfección.

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Se conoce que las placas tectónicas pueden jugar muy malas pasadas, pero sólo algunos países ricos, como Japón, por ejemplo, han podido, hasta cierto punto, controlar los seísmos con edificios construidos con técnicas adecuadas al efecto. No todos los pueblos tienen esa posibilidad, más aún cuando vivimos en una tan injusta distribución de la riqueza.

Los habitantes de Haïti son víctimas de políticas débiles, economías erróneas como la deforestación o la compra de comida barata en el extranjero. Sufren corrupciones. Son herederos, social y psicológicamente,de tiempos de esclavitud, de colonización. Después de la independencia, a principios del siglo XIX, no supieron, no pudieron, como es frecuente en los países menos favorecidos, ponerse en pie para la formación de un Estado fuerte con políticas sostenibles, duraderas. El terremoto ha caído sobre los menos afortunados, los hacendados no han sufrido tanto el mal como los apiñados en casas más frágiles, venidos de los campos en la emigración por conseguir un puesto de trabajo. Haïti es un país con casi la mitad de sus habitantes menores de catorce años. Llenos de vida, necesitan una estructura que les asegure su porvenir. Existen enseñanzas en todos los ciclos formativos, pero todos los alumnos juntos apenas llegan a un millón trescientos mil, cuando la población total es de nueve millones  y una gran mayoría son niños y jóvenes. De otra parte el 40% de la población es analfabeta.

Cristianos y laicos, (el 96% de la población es cristiana) agnósticos, todos, como políticos, personas encargadas de la ciudad, del país, deben ponerse a trabajar en una fe común: hacer el Estado. Están los haïtianos, en gran manera derrotados por el sistema. Deben, por el momento, aceptar a los colaboradores de buena voluntad. No tienen otra opción, por de pronto, que recibir los bienes farisaicos del sistema. Tratar de conseguir, poco a poco, un Estado libre, donde se produzcan bienes que hagan posible una libertad efectiva, pues los pobres no son libres, sino candidatos para la libertad.

De los bienes, mucho podríamos hablar, también de los males o ausencias de bienes, estructurales, corruptos. Del mal metafísico, no sabemos nada, pues pertenece a la dialéctica trasnochada del museo de la filosofía racionalista. El mal como entelequia, el mal del medioevo cayó cuando se desbarató ese mismo y engreído pensamiento. Pero son evidentes, sin embargo, los que destruyen los bienes, los que se los apropian, los que hacen la guerra en lugar de construir la paz. Los críticos de todo, que a la postre no se ponen en marcha, estatuas de cristal.

Pensar, como en la fábula del periodista y el obispo, que hay dos temas, diversos o paralelos, uno el de la Historia y otro el teológico, no parece correcto. Si Dios es algo, es además, al menos para los cristianos, un trozo de Historia empírica, de experiencias, según que se trata de seguir a Jesús. Los cristianos con Jesús creen en un Dios de bondad y de eso tienen las experiencias. Por ahora, siguen buscando por el Planeta, para poner bien donde hay mal.

 

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