Su Excelentísima Majestad: Doña Crisis

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Mi joven amiga Sara, hoy quieres que te hable de la crisis que ha llegado, y yo debo decirte que aunque parece que fuera ayer, en realidad lleva mucho tiempo aquí, creciendo sin parar, sin que quisiéramos verla, hasta que se ha convertido en la gran Reina, y no ha habido más remedio que presentarla en sociedad.

Doña Crisis ha nacido en un mundo de “fantasía”, en un mundo sustentado con mentiras y especulaciones, dirigido por su Corte de dioses del poder, los magnates fabricantes de las “burbujas” empresariales, las “nubes” financieras, mentiras diseñadas especialmente para obtener beneficios desorbitados y conseguir mayores dominios económicos.

Doña Crisis crece en un mundo donde existen Leyes y Derechos que hablan de las mejores formas conocidas de convivencia igualitaria y en feliz armonía, que adornan elegantemente las paredes del palacio. En esos tratados, donde se conjugan las mejores intenciones, fruto de las mentes más privilegiadas del planeta, y resultado de muchos siglos de aprendizaje de Historia Humana… están escritas las mayores “Mentiras”, en cuanto que se contradicen con la verdadera realidad. Uno de los más bellos y decorativos postulados es el de que “Todas las personas somos iguales ante la Ley” que da lugar al principio de Igualdad.

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En el mundo Real concebido para su majestad Doña Crisis y su corte de poder hay distintos estratos sociales bien definidos y bien Desiguales, que voy a resumir en tres. En un primer estrato se encuentran la mayoría de los habitantes del planeta, y viven en la pobreza más o menos extrema. Un segundo estrato es el de las personas que vivimos gracias a que recibimos una pequeña parte del fruto de un trabajo realizado. Y un tercer estrato, es el de una minoría de personas que ha conseguido adueñarse (más o menos legalmente) de la mayor parte de los recursos naturales, y de la mayor parte de los beneficios o riqueza generada por nuestro trabajo, apropiándose para ello (legalmente) de todos los Derechos que les corresponden al primer grupo de personas, mayoritariamente pobres, que viven sin ellos. Esta sociedad, este universo real pero falsificado, se edifica en los cimientos de esta profunda Desigualdad.

Muchas columnas sustentan el palacio del sistema capitalista actual, donde reina su nefasta majestad: la industria del consumismo que devora los recursos y contamina irremediablemente el planeta, creciendo gracias a la explotación de muchas personas (entre ellas niños y niñas, en muchos casos esclavos); las enfermedades (que producen los mayores estragos entre los más débiles), y su gran aliada: la industria farmacéutica (medicinas de alto precio sólo para países ricos, poca investigación…); los medios de comunicación que se han convertido en el mayor instrumento para el engaño; y los gobiernos que se transforman en títeres de los señores del poder, a través de la corrupción, la falta de ética y honestidad, o simplemente ignorando los grandes Principios o Derechos Humanos; y un largo etcétera. Los arquitectos del palacio son los políticos y políticas, y los ha habido tan chapuceros como para construir chabolas en terrenos donde podían arrasar terremotos o sunamis.

A Doña Crisis un día se le cayó la corona y la capa que todo lo tapa y entonces empezamos a verle las orejas de rapaz, y mientras las burbujas (inmobiliarias, bancarias…) explotan, se derrumba un sistema asentado en terreno pantanoso.
¡Pero los magnates de la corte nada tienen que temer! Tienen sus grandes fortunas a buen recaudo, y sus contratos bien blindados, expertos malabaristas manipulando leyes (un ejército de abogados/as)… Las paredes siempre caen para afuera, y destruyen nuestros puestos de trabajo, y se llevan por delante los pocos derechos de los más pobres. La corte intenta mantener sus privilegios a toda costa, uno de sus instrumentos (legalmente permitido) son los enormes sueldos o jubilaciones millonarias (millones de euros).

– ¡¿Con qué principio ético puede la Ley permitir esto?! – pregunta Sara- ¿y en tiempo de crisis?
– Bueno… y a las demás nos exprimen aún más con subidas de impuestos…
– ¿Es un chiste? ¡Cuéntamelo otra vez que no le encuentro la gracia!
– Mejor reir que llorar, Sara, porque esta reina trae una larguísima cola.
(Continuará….)

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