La ciencia y la vida

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cienciaMi nombre es Charlie Wood. Tengo veinte años y vengo de la Universidad de Brown en el estado de Rhode Island en Estados Unidos. He elegido la física para mis estudios superiores, pero lo que me interesa más que la ciencia en si misma es la manera en que la ciencia, y la física en particular, se relaciona con nuestras perspectivas y filosofías sobre la vida cotidiana. Por eso, pretendo que esta columna se concentre en temas científicos y sus implicaciones en nuestras manera de vivir.

 

Hoy, quiero empezar con una discusión que será bastante pertinente para muchos temas de esta columna. ¿Por qué debe importarnos la ciencia abstracta y pura, es decir ciencia sin aplicaciones obvias? Nadie ha visto un electrón con sus propios ojos, no nos movemos con velocidades suficientemente altas para sentir los efectos de la teoría de  la relatividad y solo doce hombres han caminado por las colinas de la Luna. ¿Para qué hemos empleado tanto esfuerzo en alcanzar estas metas? No tenemos una base en la Luna y sólo ahora, veinte años después del último alunizaje, estamos preparando el regreso. Muchos soñadores dirían, de una forma idealista, que la ciencia vale tanto a causa de la alegría de la curiosidad como una forma de expresión del espíritu humano. Esta razón es suficiente para algunos, como yo. La física me proporciona una ventana a través de la que interpreto el mundo, e influye en mis perspectivas tan profundamente como cualquier religión o filosofía. No obstante, reconozco que este punto de vista no es para todos, y por eso tengo otra razón que debe explicarse a todo el mundo.

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La verdad es que un montón de descubrimientos han resultado de la casualidad o de la ciencia pura. La tecnología que NASA desarrolló para alunizar generó literalmente miles de invenciones que se usan cada día, como el ala delta, los sujetadores para deportista, o las televisiones de pantalla plana. Incluso aportaciones de teorías tan abstractas que nunca se aplican a la experiencia de un ser humano han llegado a ser ubicuas en invenciones bastante comunes. Por ejemplo, no funcionarían los ordenadores, ni los móviles sin mecánica cuántica, la teoría que describe el movimiento de las partículas más pequeñas que se puede imaginar. Sin relatividad, la ciencia de la gravedad y las velocidades altísimas, los errores del Sistema de Posicionamiento Global aumentarían a razón de diez kilómetros cada día y llegaría a ser inútil pronto.

Estas llamadas teorías abstractas son en realidad partes esenciales de nuestra sociedad. Además, las invenciones más increíbles casi siempre vienen de saltos grandísimos en el entendimiento en lugar de investigaciones incrementales, porque muchas veces los resultados son imprevistos e incomprensibles antes de ser encontrados. Como resultado, seguir la ciencia de última generación es capturar una visión del futuro.

 

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