La otra Navidad

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Esta época del año, marcada por la religiosidad propia de unos y la festividad especial de otros, hacen aflorar los buenos deseos e intenciones, no extrañando a nadie que nos deseemos Paz, Amor, Felicidad y Prosperidad. Durante estos días se producen sentimientos contrapuestos, frente a la alegría que produce el reencuentro con familiares y amigos, la melancolía por la ausencia de los que no se reunirán y la tristeza y soledad por la falta de aquellos que nunca más estarán. 

Son días, donde los deseos de PAZ por si solos no mitigarán las guerras y miserias en las que se encuentran buena parte de la población mundial, ni terminarán con las diferencias que mantenemos con nuestros semejantes, durante el resto del año. Es la hipocresía y la falsedad de estas fechas, dónde como cada año nos replanteamos ser mejores y cambiar. Pero, no hay que alarmarse, pasados estos días, volveremos a la más absoluta normalidad y esas buenas intenciones que nunca se cumplirán, veremos como caen en saco roto y pronto se olvidarán.

Nos deseamos AMOR y FELICIDAD, cuando durante el resto del año, nos mostramos alejados y distantes de quienes nos rodean, familia, vecinos, etc. Nos quejamos de lo infelices que somos, porque no se nos comprende, no se nos valora, nos tienen envidia y encima, no llegamos a final de mes. Y claro, llegadas estas fechas que se han convertido esencialmente en toda una operación de marketing y publicidad, nos contagiamos realizando todo un ejercicio de transformismo, con el  único fin de ofrecer una imagen que naturalmente nada tiene que ver con la realidad.

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Deseamos PROSPERIDAD, aferrados a la creencia de que el nuevo año forzosamente tiene que ser mejor que el que va a terminar, sin damos cuenta de que  en realidad, la vida que pone a cada uno en su lugar y que no entiende de buenos ni malos deseos, intenciones y gustos, se encarga de recordárnoslo diariamente, a veces, dramáticamente. Al final, como cada año, nos conformamos con el deseo más importante, la salud sin la que nuestras vidas se convierten en puro sufrimiento y dolor. De aquí, la esperanza de que por lo menos, el año entrante no estemos peor que el que termina y sobre todo, lo sigamos contando.

Entre tanto, el consumismo que cada día caracteriza más estas fechas hizo acto de presencia y se estableció en nuestros hogares, otra Navidad más. Mientras tanto, en otros lugares del planeta, no habrá nada que comer y mucho menos para celebrar, siendo las poblaciones infantiles, los ancianos y enfermos, las más vulnerables y los que sufrirán directa e irremediablemente las carencias a las que están sometidos. Nosotros, por el contrario, como todos los años seguiremos ocupados e imbuidos en nuestro particular teatro y celebración, mirando hacia otro lado para intentar olvidar, el dolor, las penurias y la escasez de los que viven, la otra Navidad.

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