Todo en nuestra sociedad
-cualquier cosa, cualquier lema-
lleva impregnada la crema,
consumista,
y desde flor a letrina
-pasando por las doctrinas-
va en su lista.
¿Compras?, ¿vendes?, ¿pones precio?,
¿dónde estás en el sistema?,
¿qué eslabón de la cadena
te ha tocado?
¿en qué ilusión, qué cabeza,
en qué anzuelo de promesa
ya has picado?
Y entre el comprar y el vender
-atento siempre a su renta-
el hombre cae en la cuenta
sorprendido,
que a más cosas que consume
y más valor que presume
es más vendido.
Así surge la defensa
del pobre consumidor,
que da al consumo mejor
su vigilancia,
a un tiempo que, tras el humo,
sigue aumentando el consumo
de ignorancia…