No deis, daros

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 Lucas 24, 46-53

En los caminos de Galilea o Judea, Jesús de Nazaret tenía siempre el arte de nunca dar cosas, sino de darse a sí mismo. Ningún favor de los que hacía lo alejaba de la persona necesitada que a sus pies se ponía. Siempre lo levantaba con cariño y le devolvía la salud, la esperanza, la reconciliación y la libertad: la conciencia de ser hijo querido de Dios.
Cuando los primeros cristianos se sienten enviados por Dios tienen claro que su misión no es dar cosas diversas, sino entregar la experiencia que los está constituyendo y dando sentido a su vida: la experiencia de Jesucristo. Curaban enfermos, ayudaban a los más pobres, intercedían por los débiles, conseguían la libertad de esclavos; pero lo que ellos querían entregar era lo más genuino de sí mismos: su fe en Cristo.
Quien ama da siempre lo mejor de sí mismo. No deis meramente cosas; en ellas siempre tenéis que daros, dando a Quien constituye el fundamento de vuestro servicio y el centro de vuestra vida.

 

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