Petalada y un público entregado a su paso por el barrio del Ave María
El tiempo respetó a la devoción y gracias a los grandes claros que se abrieron el lunes por la tarde, Nuestro Padre Jesús de la Presentación al Pueblo pudo procesionar ante los nazarenos.
A la voz del capataz y los primeros golpes de martillo, la primera levantá, todavía dentro de la capilla, para aparecer después entre los sones de la banda de Presentación y los aplausos de los muchos vecinos que se congregaron para ver salir a su Cristo .
La túnica blanca de pureza ondeaba al entrar en la Pasarela, dejando detrás su barrio, mientras el pueblo de Dos Hermanas abarrotaba una vez más el puente para no perderse el buen hacer de los costaleros que, encadenando una marcha tras otra, fueron los pies del Cristo de Presentación durante una chicotá interminable y bien trabajada que desató las ovaciones de los allí presentes.
Emotividad en el nuevo recorrido
Este año la cofradía había cambiado su recorrido para visitar el barrio que vio resurgir la Hermandad de Amor y Sacrificio en los años 80, con savia joven y nueva que impulsó lo que es hoy en día.
Uno de los momentos más emotivos al pasar por el barrio del Ave María se vivió en la calle en la que reside el actual hermano mayor, que termina también este año su mandato. Entre las calles Jacinto Benavente y Miguel de Unamuno, el color lo pusieron cientos de pétalos de rosas que se arrojaron sobre el palio de la Virgen.
En ese momento fueron muchos los nazarenos que rodeaban la cofradía, con una gran afluencia de público durante todo el tiempo que duró la parte del itinerario que recorrió las calles del barrio del Ave María. La calle San Sebastián era un río de fervor en la que no cabía un alfiler, mientras los cofrades se desplazaban en dirección a la calle El Ejido o la Plaza del Emigrante, para volver a ver a Nuestra Señora de Amor y Sacrificio.
Cumpliendo los horarios
Con gran puntualidad se cumplieron los horarios previstos. A las diez de la noche entraba la Cruz de Guía en la Plaza de la Constitución desde la calle Canónigo.
Los cirios ya estaban encendidos cuando Nuestro Padre Jesús hizo su presentación ante la parroquia de Santa María Magdalena para ir luego hasta la casa de la abuela Santa Ana y enfilar de nuevo el puente de vuelta al barrio. Su madre, muy de cerca, también quiso rendir honores al pueblo de Dos Hermanas, que se puso en pie para recibir a la Dolorosa que, en su palio azul cielo, se despedía de sus fieles con toda la candelería encendida, en un mar de luces titilantes que encandilaban al público.
Hacia las dos y media de la madrugada la cofradía entraba por completo en su capilla, tras una estación de penitencia de excepción, con el pueblo y la climatología a su favor. La entrada, siempre difícil, dijo adiós a la ilusión de otro Lunes Santo más que tocaba a su fin. El próximo volverá con lo azahares, la primavera y la devoción popular.