Cuento de Navidad

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Hace ya mucho tiempo que conozco a Teresa. Me la encontré en la Asociación de mujeres cuando llegó a Montequinto buscando una vida mejor. Vino con su marido y los dos empezaron pronto a trabajar porque son buena gente, están muy bien cualificados y aceptan puestos muy por debajo de sus saberes. Pronto tuvieron la suerte de acceder a un piso de protección oficial y empezaron las gestiones para traer a sus dos hijas pequeñas que habían quedado en Lima al cuidado de los abuelos. Recuerdo la ayuda y el apoyo que le brindó la comunidad parroquial, el interés de don Francisco, el cariño de todos cuantos pudimos hacer algo por una causa tan bonita. Después de muchos trámites y papeleo las niñas vinieron un buen día y la vida que ellos soñaron aquí les empezó a sonreír. Ahora, superado ya el desgarro de los primeros años, son una familia andaluza más con sus derechos y sus deberes ciudadanos. Atrás queda su Perú del alma, su tierra natal, su cultura, su casa, sus padres, sus amigos, sus raíces… y las lágrimas que derramaron al partir para siempre.

Ahora la veo poco, pero cuando me la encuentro en el autobús  aprovechamos el ratito del viaje para pegar la hebra. Con esa dulzura única que lleva en la voz, y esa lengua castellana que ellos atesoran mucho mejor que nosotros, Teresa siempre aporta algo bueno a la conversación.
El otro día me implicó en  una historia que es el más bello Cuento de Navidad que contarse pueda en los tiempos que corren. Sólo se trata de un donativo: nada más… pero la forma de proponerlo remueve y conmueve lo mejor de los sentimientos.

Esta alma buena que sabe la necesidad que hay en su tierra, los apuros que pasa su gente, y ve lo mucho que se derrocha aquí, pide que se mande un regalo de Navidad a Ciudad de Dios en Lima, Perú.

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Mira, puedes hacerlo de esta manera: te vas a Money Gran y pones un giro de diez, veinte, o treinta euros, según sea tu gusto y tus posibilidades. Yo te doy el nombre de la familia necesitada y tú le envías directamente su dinerito. El matrimonio que te doy a proteger se llaman tal y cual y tienen que alimentar a cinco niños pequeños con muy pocos ingresos. Seguro que lo que envíes les vendrá muy bien porque allí veinte euros son una buena cantidad.

También le escribes una tarjeta felicitando las Pascuas y llamas al cura de Ciudad de Dios para decirle que eres de Montequinto, Dos Hermanas, Sevilla, Andalucía, España. Así le das la clave del giro. No, allí no hay e-mail. A eso no llegan todavía. Tienes que comunicarte por correo ordinario y por teléfono. Qué, ¿aceptas, Lola?

Cuando le dije que sí me pidió que buscara entre mis amigos y conocidos a más personas que quieran sumarse a su bello proyecto. Le prometí que divulgaría la idea, y así lo hago en este artículo, conmovida por la bondad y la dulzura de esta pequeña mujer que tiene un alma tan grande.

Teresa Victorero es un hada buena que no olvida lo que a ella le ayudaron cuando llegó aquí y el corazón le rebosa agradecido. Por eso teje cada día, con sus laboriosas manos, esos lazos tan fuertes de amor y esperanza que cabalgan solidarios sobre el ancho Atlántico para paliar la necesidad de los que se quedaron allí. 

Si alguno de ustedes quiere colaborar con Teresa puede llamar a este periódico y le darán su teléfono.

¡Feliz Navidad!

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