Mirar con tus ojos ( Marcos 7, 31-37)

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Haz, Señor, que miremos con tus ojos la vida que nos rodea, que miremos con tus ojos nuestra propia intimidad. Con tu mirada todo recobra su sentido más profundo y luminoso. Con tu mirada sabemos dónde está el horizonte hacia el que encaminar nuestra vida. La naturaleza que nos rodea, desde un pequeño insecto del campo hasta el más grandioso atardecer son un regalo de amor. Con tu mirada podemos contemplarnos sin condenas, sin orgullos; sin pasarnos facturas por los errores cometidos, sin atormentarnos por los proyectos frustrados, porque tu tienes siempre ojos de futuro, ojos de cariño. Haz, Señor, que miremos con tus ojos a todas las personas que se acercan a nuestra vida. Haz que veamos la pobreza y las carencias, las virtudes y las riquezas de toda persona con las que hoy, y siempre, nos relacionemos. La timidez y los problemas de quien reacciona con violencia desproporcionada o con una pasividad irritante, la inseguridad de quien se esconde en agresividad y prepotencia. Haz que veamos los sufrimientos de los más débiles: de los ancianos que se sienten desvalidos, de los jóvenes que no saben cómo llenar auténticamente sus vidas, de los inmigrantes que arriesgan su vida hasta la muerte; haz que veamos tanto dolor oculto tras los velos de la costumbre de no mirar.

Danos, también, tu mirada de ira ante tanta injusticia en el mundo, ante tanta hambre, tanta intolerancia y marginación; ante la manipulación de la religión por políticos que sólo buscan un buen puesto en la procesión; ante unos cristianos que no anunciamos con nuestra vida tu evangelio.

Danos, Señor, tus ojos que vamos como ciegos en la vida.

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