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    Homenaje a Dolores Coto Castro: mujer nazarena

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    Dolores CotoDolores, hija de José Coto Guisado y Josefa Castro Romero, nació en el pueblo de sus padres, Las Cabezas de San Juan, allá por los años 30. Muy a pesar de los tiempos difíciles, se confiesa en el presente satisfecha con su vida, destacando en especial los momentos más felices: su boda, el nacimiento de sus dos hijas (Pepi y Mari); ambas a su vera hasta que se marcharon al casarse, así como la posterior llegada de sus cuatro nietas. La muerte en cambio del “niño” (familiar inolvidable que aún hoy llama su “Paquito”); perdura todavía como nido en su memoria, drama eterno en el recuerdo que adolece nuestra historia. Compasible con el tiempo, su pasado lo describe con la voz del corazón; me refiero al sentimiento que derrama para con los seres más queridos y añorados; en especial con aquellos que marcharon como también hicieron Antonia Romero Romero y José Castro Barrio; abuelos maternos; los únicos por ella conocidos, y aquellos… a los que tanto amó. De igual manera a sus hermanas “Pepita” y “Mercedita” tal cual las nombra; fallecidas ambas a los 5 y 7 años respectivamente, así como a su hermana Antonia más recientemente desaparecida. De entre sus amistades destaca “las del trabajo”, y en especial a “Chari”. Por lo demás y en relación a su bendita forma de ser para con todos, resaltar el carácter sociable y extremadamente familiar de Dolores; constante aguacero de ternura que aún diluvia su presencia.

    Nazarena de adopción, Dos Hermanas fue testigo de su vida y obra desde muy pequeña, también Sevilla en lo sucesivo; intermitentemente vinculada a ella durante unos diecisiete años (Cortijo del Marqués de Nervión; D. Pablo Almero (Cortijo “Maestre Escuela”)); una etapa muy fructífera a consecuencia del trabajo de su padre, el cual comenzó luego a trabajar en la “Uralita”, ocasionando entonces el regreso familiar al entonces pueblo. Trabajando duro desde muy joven, ya por entonces continuó haciéndolo en el conocido “Almacén de Lissén”, hasta que se casó el 24 de julio de 1952 en la Iglesia Santa María Magdalena. Vivió en el nº 13 de la presente calle “Campoamor”, y tras su boda… en el nº 5 de la misma. Ya con los años se trasladaron a la calle Azofairon, junto a lo que siempre conocimos como “la granja”, donde aún vive en la actualidad. Su marido Manuel Sánchez Reyes trabajó fuera; también en el “Cortijo Maestre”. Más tarde, montaron una tienda de comestibles, así como una exitosa pescadería. A colación, recordar el negocio abierto en el primer domicilio, así como en el actual de la pareja respectivamente. En relación, destacar a Dolores vendiendo pescado durante muchos años; querida por todos y amiga de su numerosa clientela,… gran profesional del gremio hasta su jubilación. Previamente; recién consumida su breve adolescencia cuando apenas su feliz infancia dejaba en el recuerdo, Dolores percibió la incipiente responsabilidad de los años, viéndose convertida en una madre luchadora y gran trabajadora; todo un ejemplo de mujer de entre aquellas que nacieron del vientre de Andalucía; tan humilde como voluntariosa para con una difícil época en la que Dolores nunca aprendió a leer, lo cual no le importa referir sobre la base de que para ir a estudiar en el lugar donde por aquel entonces vivía, tenía que cruzar “la vía de los panaeros” que pasaba por la carretera de Sevilla a Alcalá de Guadaira, lo cual no podía ser. En referencia a ello, confiesa que posteriormente le hubiese gustado aprender, pero sus eternas obligaciones cultivaron siempre su desidia para hacerlo. En cualquier caso Dolores consiguió que nada fuera un impedimento en su vida; ni en lo personal ni en el ámbito laboral, y así lo demostró al abrirse camino en el tiempo justificando a la vez que la formación no es la fuente imprescindible para la educación. Modesta, paciente, dulce y respetuosa a más no poder, Dolores sabe estar; y goza además de la costumbre hospitalaria de sentarnos a su mesa. Bendita virtud: complacer constantemente; servicial y familiar para con todos desde siempre.

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    Inexorablemente, somos todos el reloj que consume los minutos. También Dolores así lo asume; haciendo balance de su vida, y dando gracias a Dios por todo muy a pesar de las dificultades. Por lo demás, acertadamente piensa que ha hecho bien amparando y dando de comer a quien lo necesitó. Buena persona donde las halla, no conoce el odio así como tampoco el perdón de nadie pues jamás tuvo razón para pedirlo. Además confiesa que no cambiaría nada de su vida, tampoco de Dos Hermanas. Amante de su ciudad, son las calles antiguas del centro lo que más le gusta de ella, así como su gente. En cuanto a lo que menos, la inseguridad generalizada de hoy en día, así como la superficialidad con la que valora, se vive en la actualidad, en especial la juventud. Católica no practicante, siempre que conserve una óptima calidad de vida, no siente temor por la muerte; pues piensa que hay vida más allá. Partidaria de la sepultura común, únicamente le da miedo la donación de órganos; aunque por su edad ya no es el caso. Más aún la posibilidad de marchar padeciendo, así como haciendo padecer a los demás por el trabajo que pudiera ocasionar. Le pide a Dios que así no sea, así como a los demás que la recuerden como ella era. En cuanto a sus aficiones; ver la televisión, coser y en general …satisfacer; procurar por todos los medios la felicidad de los demás. Precisamente, la forma de ser es lo que más valora en una persona; su bondad e inteligencia principalmente. Su padre en relación, buen ejemplo es de lo dicho; la persona más querida por ella en el pasado. Respecto al presente, nombrar la fiel admiración que guarda por “su Mercedes”; razón del homenaje por el que mediante la palabra escrita quise dejar constancia de su historia, con todo el cariño del mundo para con esta gran mujer …así como para su posteridad; lejana espero, de Dolores Coto Castro.

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