En tránsito

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    He dejado atrás la despedida de familia y amigos españoles y me preparo para la bienvenida de compañeros y amigos que me están esperando en Suecia. Son las 04:40 de la madrugada y me encuentro medio dormida en el aeropuerto londinense de Stansted. Llegué a las 23:00 horas  desde Sevilla y me toca esperar hasta las 8 y pico de la mañana para coger el vuelo hacia Estocolmo Skavsta. O sea, que me encuentro literal y físicamente a medio camino de mi destino. Lo malo que tiene esto de viajar con compañías de bajo costo es que las conexiones que a veces te pueden tocar no son las más cómodas. Espero el vuelo en una cafetería del aeropuerto acompañada de mis multadísimos por sobrepeso 40 y tantos kilos de equipaje y dispuesta a escribir mi segunda columna para el periódico.

    No me ha hecho falta utilizar mi iPod para escuchar música, ya que las canciones de la radio se repiten una y otra vez lo suficientemente altas como para prescindir del aparatito. Digo yo que el volumen será para mantener animado al personal y en estado de vigilia a los viajeros. Al estar tantas horas sentada en el mismo sitio, vas automáticamente alternando entre entrenerte a ti misma leyendo, y observando a la gente que entra y sale de este sitio.

    La mayoría pasa el tiempo ingeriendo cafeína (lógico a estas horas), envasada en forma de botella de Coca-Cola o taza de café. Hay hasta quien se atreve a zamparse un fuerte desayuno inglés, el típico con salchicha, tocino, huevo revuelto y tomate (menos lógico a estas horas). También he visto tres novelas de Dan Brown (el últimamente muy leído autor del Código Da Vinci) pasar por delante de mis narices y varias personas jugar a las cartas, con baraja no española.

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    Entre lectura y observación he empezado a hacer una lista mental de las cosas que quiero hacer una vez que esté en Suecia. Algunos de esos deseos son ver el hotel de hielo (tendré que esperar hasta otoño ya que en verano se ha derretido), asistir a la celebración del solsticio de verano y probar carne de reno.

    Me imagino un país organizadísimo con un alto nivel de vida, temperaturas generalmente bajas y una naturaleza espectacular. La idea preconcebida que tengo ahora de la gente escandinava es que la gran mayoría será alta, rubia con ojos claros, de carácter tímido, un poco fría en el trato pero amable y educada a la vez. En fin… ¡ya iré contando! Menos mal que me he traído varias revistas de historia y de moda. Ya queda una hora menos de esta larga noche…

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